A mí esto de la Semana Santa me da algo qué pensar. Todos llevamos una cruz a cuestas que quizás sea la causa de nuestra muerte. ¿Quién puede decir que está contento todos los días de su vida y no se ve amargado por alguna cuestión grave que hace que le lleve a la infelicidad? Nadie hay en este mundo feliz todo el rato. Al revés, siempre hay motivos para llorar. Yo llevo una rutina impuesta que es como una cruz. Todos los días iguales. No tengo preocupación porque no falta de comer pero no solo de pan vive el hombre. No conozco a nadie que tenga los mismos gustos que yo o con quien pueda compartir esa cruz del tedio y el aburrimiento rutinario que digo que me atenaza. Me veo como un solitario con entretenimientos vacuos que tampoco me llenan o que me dan amargura y no tengo con quién compartirlos. Soy un poco como el pobre Sísifo: ese que subía una piedra a la montaña que volvía a caer y había que volver a subir. No encuentro sentido a mi vida, no el suficiente sentido para que yo esté contento de vivirla. Esa debe de ser mi cruz: aguantar días y días iguales año tras año.
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