Si llevaba unos días sin reprocharme nada (que no tengo novia, que no viajo, que no tengo vida social, que fumo, etc., etc.), hoy me he levantado echándome en cara precisamente todo eso y lo he pasado mal hasta mediodía. Qué difícil es estar en este mundo a gusto consigo mismo durante mucho tiempo. Siempre hay qué te agríe tu vida por carencia de algo o porque uno no está de acuerdo con la existencia que lleva.
Cuando uno está contento no sabe muy bien por qué lo está, solamente que se deja llevar de ese estado de ánimo en que todo nos causa gusto y una sonrisa. No nos damos cuenta de que es un estado transitorio que se puede romper al ver que la vida no es tan perfecta como teníamos la ilusión que era. Todo lo amarga nuestra condición humana que tan carente es de toda conformidad pues pronto vemos que no somos como queríamos ser, la fortuna no nos agradece nuestros esfuerzos y lo que antes era motivo de orgullo y satisfacción, ahora nos deprime por considerarlo poco y malo.
Así somos las personas que, lo que valorábamos la semana pasada como si fuera lo más preciado que teníamos, esta semana lo consideramos triste y vacío como una cáscara de nuez y nos deprimimos con ello.
He leído en una revista que esta sociedad virtual en que vivimos está destrozando la vida tal como la conocíamos. Yo no me harto de criticar la vida solitaria que llevamos, los pocos amigos que tenemos, cómo cada uno va a lo suyo como en compartimentos estancos, cómo tenemos muchos amigos en redes sociales y cómo no tenemos amigos en la vida real. Es una pena que tanta tecnología nos esté distanciando a unos de otros y esta sociedad está creando individuos alunados que van mirando pantallitas de miseria.
En fin, habrá que seguir viviendo esta vida pues no hay otra.
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