Mi hermano Paco se lee los evangelios en las fiestas navideñas y va a misa un par de días o tres. También oye Radio María, una emisora católica. Yo hablo con él de la fe. Yo creo que uno nace con fe o sin ella. Yo he nacido sin ella o quizá los acontecimientos que he vivido respecto a la religión, me la han quitado; sobre todo, mi experiencia durante la confirmación. Ayer vi la situación del Yemen, con un niño esquelético que se mordía los dientes de pura angustia y desolación y de hambre. A mí, ver estas cosas me hacen nacer la fe y dejar de creer a la vez. Todos los desdichados de este mundo, según Cristo, serán los primeros que verán la cara a Dios, Dios está con ellos. Evidentemente, no creo yo que si existiera Dios estuviera al lado de un hombre o mujer orondo que acaba de comer langosta y disfruta de unas vacaciones en Marbella. Sería triste e indecoroso que así fuera. Aunque no se crea en Dios, se siente que Dios está con los que sufren. Otra cosa es que la muerte y la vida son caras de la misma moneda pero no debería la muerte ir acompañada de tanto sufrimiento y tampoco la vida de aquellos en que vivir es un infierno. Yo llevo una vida tenue y tibia, no sufro pero tampoco río. Los días pasan como una extensión tonta de mi ser. Podría ayudar a los demás pero ni mi falta de fe me mueve a ello ni mi enfermedad está para aguantar la miseria de los demás. Dice mi hermano que ha oído que los enfermos mentales nunca están bien del todo aunque tomen pastillas, nunca están a salvo de una depresión o una angustia o un sufrimiento mental. Yo no necesito ayuda por ahora. En lo cotidiano, me voy defendiendo pero no estoy para ayudar. Solo podría económicamente y ya ayudo a ACNUR de esa manera.
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