Hoy el día está nublado. Apenas se ve para leer. Me he obsesionado con unas patatas con bacalao que tengo que cocinar. Últimamente no cocino mucho, no estoy pendiente de hacer comidas como lo estuve en un pasado. Creo que estoy perdiendo práctica con los fogones. Estoy pensando en hacer una sopa de pescado pero no la hago nunca.
La verdad es que no tengo gran cosa que contar, como la mayoría de los mortales. Si fuera a Nueva York quizás sí tuviera algo que contar a la vuelta pero no voy por el engorro que supone ponerse a viajar. Hubo una época en que yo me ponía a montar en el cercanías y daba unas vueltas por Madrid cuando cambiaban la hora. El cambio de hora me agobiaba por el montón de horas de noche que tenía que soportar. Pero eso ya pasó. Ya no me monto en ningún vagón y me voy a San Fernando de Henares a dar una vuelta.
Los vagones de cercanías van sin mí. Los vagones de cercanías dan la vuelta a todo Madrid. Los vagones de cercanías transportan un halo de misterio cuando pienso en ellos. Anduve mucho en los vagones de cercanías un tiempo, cuando era profesor.
Ahora que quiero hacerme escritor, veo que es una profesión más difícil porque se necesita la aprobación de un público que lea lo que has escrito. Ya he escrito algo pero no lo doy a conocer. Mi vida se oculta tras unos deseos infatigables de ser alguien, alguien que toque un poco el cielo con sus dedos.
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