Después de pasar la mañana con unos amigos charlando de las disposiciones gubernativas con respecto al aforo de la Puerta del Sol me he ido a comer con mi hermano. He frito pescadilla, unos filetes importantes. Luego, me he tumbado y he sentido una calma mental como hacía tiempo que no sentía. Allí tendido, he pensado a la ligera en los asuntos más dispares, los que han querido llegar a mi mente, con toda la paz del mundo venían y se iban. Después me ha entrado el gusanillo de la escritura: tenía que escribir. En la novela o intento de novela que persigo, he de resolver un conflicto con varios personajes. No sé cómo dar cabo a un tema de traición de un personaje a otro. Pero lo haré. Lo tengo que resolver. Cada vez que me siento a escribir en el ordenador, es como una especie de examen que yo me hago, me lo hago a mi propia imaginación. Lucho con ella para resolver un capítulo o una escena que me trae en vilo durante uno o dos días. Lo resuelvo como me da mi ingenio y sigo creando otras historias.
Por lo demás, yo llevo una vida de batalla o de batallitas, bastante pobre sino fuera por lo de escribir y alguna cosa más. En fin, espero que algo se mueva en mi vida, que algo se ponga en marcha.
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