Ayer lunes pasé un día muy apacible que concluyó tumbado en la cama reflexionando a mis anchas. Y reflexionaba yo que esta vida que llevo, que parece muy ordinaria, puede mejorar precisamente si no pienso que es ordinaria y me dedico a vivir aquello que me es dado vivir. Yo no debo ser lo que no soy ni desear estar en otros sitios sino pasar el rato como pueda y aprovechar momentos para expresar mi pequeño o gran espíritu creador. La escritura es una especie de terapia que va sacando de mí pequeñas o grandes frustraciones, manías o traumas que yo tenga metidos en el alma.
Los escritores (estoy convencido) escriben muchas veces para despejar la mente o espantar algunos fantasmas que les están estorbando de modo peculiar y una vez la novela escrita, se sienten mejor.
Esta tarde dará paso a otro capítulo de mi novela en que los protagonistas se verán envueltos en temas míos, temas que me rondan la cabeza y no me dejan tranquilo. Así que eso haré. Y cuando haya concluido el capítulo me sentiré mejor, qué duda cabe.
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