Por fin llueve durante tres días seguidos que no lo ha hecho en todo el año. Qué bien. Qué beneficioso. El hongo gris de Madrid se ha limpiado, se respira mejor. Las tierras acogen estas lluvias con el frenesí de la que tuvo que aguantar sequedad por meses y meses. Los pantanos se llenan de agua. Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve. Sobre los pardos tejados. Sobre los campos, llueve. Te podría contar que estoy muy triste hoy, que por un consuelo doy todo lo que soy. La lluvia ha despertado en el poeta la condición de solitario y triste. Ver el cielo encapotado agría el humor. Pero yo no me arredro y veo que estas lluvias son buenas, son lo que la tierra esperaba. Así que alegrémonos de perder de vista por unos días la cara insomne del sol que ya se iba haciendo todopoderoso en el cielo, dejemos que esta agua nos haga los bienes que se nos han negado durante todo el año. Hay una grisura y una panza de nubes oscuras en el horizonte que dan pavor, pero eso es bueno porque traen lluvia, la tan esperada lluvia.
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