Ayer, mientras esperaba a Eva par ir a pasear se nos juntó a mi hermano y a mí una vecina muy parlanchina. Paco se fue aburrido de los rollos que soltaba por la boca esa mujer. Luego me quedé yo solo con ella y me habló de Suiza, de Francia y de sitios en los que ella había estado: claro, es de pasta y su juventud la disfrutó a base de dinero. Pero me tocó el amor propio al hablarme de que este sitio que habito es muy reducido, que hay que salir y conocer gente, que no se puede uno apalancar, etc, etc. Yo no sabía cómo decirle que me dejara en paz pues no estaba de humor y ella seguía y seguía: que hay que ir a Finlandia, me decía. Bien veo yo que mi mundo es como un pañuelo, que no veo nada. Me quedan las novelas, que es lo que le dije, que con eso tengo por ahora pero ella dale que dale. El caso es que entre la psicóloga del CAID, que me dijo: ocupa tu tiempo y esta vecina, me ha venido la idea a la cabeza de que estoy como ahogado en un mundo pequeño, pequeño. Bueno, gracias a Dios no tengo que pedir a nadie y algún día se resolverá esto de no hacer nada. Ya haré algo para salir de la postración. O la postración acabará conmigo.
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