Mi vida recorre siempre los mismos caminos. No hay nada inusitado en ella. No hago viajes de ningún tipo. La última vez que hice un viaje fue a Salamanca y más bien me aburrí. Dice mi novia que vayamos a Córdoba a fin de mes pero yo quiero ir al norte, al norte de ninguna parte.
Mi vida es aburrida y gris, marcada por el reloj de lo de siempre. A las once me levanto, a las dos, como, a las cuatro escribo una novela que nunca se acaba, a las siete me doy un paseo y a las once, me acuesto para hacer lo mismo al día siguiente.
Debe ser muy bonito tener algo que hacer: un trabajo. Pero yo ya no lo tengo. Voy a ver si me busco una ocupación para las horas muertas.
Había un grupo de música que se llamaba los toreros muertos.
Había una juventud que bailaba y reía.
Había un pueblo bonito al cruzar la sierra.
Ya no hay nada más que horas muertas, horas que se mueren entre las manos.
Bueno. El que se aburre dicen de él que es tonto pero habría que verlo.
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