Hay pueblecillos, como en el que yo nací, que llevan en la ruina tres o cuatro años. Lo que se cobra de paro es para los hijos y el padre de familia debe medir muy bien sus visitas al bar y sus vicios pues todo eso lleva dinero. La gente no sale de casa, no sé si por vergüenza o por falta de dinero o por falta de ganas de ver a la vecina y te cuente el mismo caso que le puedes contar tú. No hay grandes cosas que contar y para contar uno miserias se queda uno en casa regando las flores o limpiando o ayudando al niño con los estudios. En el bar se juntan cuatro o cinco domingueros, no más, con otros del pueblo a gastarse 3 euros durante dos o tres horas en una partida. Yo he ido este fin de semana al pueblo. Menos mal que pasé el sábado por la mañana en casa de mis primos Perico y Rosa y nos reímos un poco, que si no, todo el tiempo sale perdido.
Intenté leer y escribir pero no me concentraba. Además de aburrido creo que me puse algo nervioso. En fin, la ruina del pueblo cayó sobre mí de lleno. Yo no vuelvo mucho por allí si no es necesario.
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