Generalmente no ocurre nada, solo se pasa el día. Es como cuando aventaban el grano. Se quedaba el grano en el suelo y la grama se iba volando. La pequeña grama de todos los días, las pequeñas molestias. Lo que se saca en claro después de que ha transitado el día por nosotros es el grano, es lo alimenticio. Hemos despertado, hemos desayunado, hemos comido, hemos echado siesta y llegamos a la noche y dormimos. El grano del día. El Señor no nos ha importunado con ninguna cosa con que lamentarnos, todo ha ido como la elaboración de un pan o como el vuelo de un ave que busca sustento. No hay nada por lo que llorar, tampoco por lo que felicitarnos, esa es otra. Así es de justo el círculo del sol. Ni tenemos que llorar ni tenemos que hacer alharacas por nada. Es la justicia de lo anodino, de lo que se parece a otros días. Y así pasa el tiempo, sin que nos valoren los méritos a los mediocres ni tampoco nos tiremos de los pelos por ningún accidente. Pasar el día, es el lema de la gente humilde, como dicen ahora o pobre, como se decía entonces.
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