Será porque mis padres están en la ciudad y vivan a un minuto de nosotros; será porque Paco no sufre la monotonía de los días mientras que yo sí la sufro; será por el problema del oído de mi hermano; será por muchas causas diferentes que me tengo que quedar con esta rutina apestosa dando vueltas por Majadahonda. Lo bueno es que acabado este blog, me echo un cigarrillo. Antes de ayer fuimos a Madrid. Estuvimos por Francisco de Sales. Recordamos el hospital San Carlos, el bar donde nos llevaban mis padres cuando nos daban de alta en el hospital a comer un bocadillo de calamares; se llama el "Gobolem" y aún resiste desde aquellas épocas nuestras de adolescencia traumática.
Ayer pasé un día bueno sin ideas negativas ni de desesperación. Hoy, no sé cómo lo pasaré. Para un enfermo mental, la vida es dura, qué duda cabe.
El viaje es una especie de castigo.
Aparte de ser un castigo, un viaje es una forma de conocimiento y de distracción.
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