He leído estos días "Mi precio es ninguno", de Martín Casariego. Va de una mujer fatal y de unos narcotraficantes muy raros y torpes. Luego me leí "Pequeñas infamias" de Carmen Posadas, que es una obra maestra. Y ahora me estoy leyendo "Trigo limpio" de Juan Manuel Gil, premio Biblioteca breve 2021, que va de la desaparición de un amigo del que escribe la novela. La verdad es que estoy cogiendo un ritmo lector fuerte que vino hacia a mí mientras paseaba por la Gran Vía estos días que yo paseaba por la mañana porque no tenía otra cosa que hacer. La cosa surgió así: Pasé una vez cuando una mujer estaba empezando un libro gordo. Pasé una segunda vez dando mi paseo y la señora ya iba (calculo yo) por la página 50 y, cuando pasé una tercera vez en mi paso por la Gran Vía forzado por el aburrimiento y no saber qué hacer, esa mujer ya iba por la página 300, quise yo suponer, y pensé que aquello sí era leer y así, empecé yo a leer a la manera de esa señora y empecé a leer como Dios manda: unas doscientas páginas diarias o más.
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