Había una vez un tipo que no pensaba más que en el dinero. Ni su mujer ni sus dos hijos le apartaban de este pensamiento. Y la pena es que no sabía de ninguna manera para qué quería ese dinero que flotaba en su cabeza como un molinillo a todas horas. Este tipo era un funcionario más bien torpe que casi no hacía nada en la oficina de la administración pública en la que "trabajaba". Debería estar agradecido a la vida por cobrar un sueldo sin apenas hacer nada, pero no. Estaba pensando todo el día en hacerse rico. Y se hizo, se hizo rico gracias a una lotería de las que tanto abundan. Y entonces, al ver en la cartilla del banco tanto dinero, le dio un síncope y murió allí mismo, en la oficina del banco. Y disfrutaron del dinero su mujer y sus hijos, que sí que pensaban en la vida y su disfrute.
"Nunca" es demasiado decir.
Es verdad. Nunca no es nunca a secas, si no que volvemos a lo mismo.
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