Son las 8:10 de la tarde de un día de niebla intensa del 22 de diciembre de 2020. Este año lo despediremos con ganas del siguiente pues ha sido malo. Mucha gente ha perdido a muchos abuelos de manera dura, de manera desgarradora, de manera indigna. No se les ha podido tributar una despedida. El gobierno de España ha fallado en la prevención de la pandemia y en la gestión de la misma. Ni eran cuatro casos aislados ni teníamos la mejor sanidad que se suponía. No ha habido expertos, se nos ha burlado a los ciudadanos con las cifras. El comunicador de la pandemia igual nos vendía una burra que una moto. Todo ha estado teñido de una improvisación muy grande. El confinamiento ha dañado la economía. La "nueva normalidad", ¿qué coño era eso? Bueno, pronto diremos adiós a este año maldito y vendrá el 21. Nos pondremos la vacuna y para diciembre del año que viene quizás todo sea un recuerdo malo.
La vida va surcando los cuerpos y las almas como un acordeón muy antiguo, que tocara las canciones de las estrellas y el sol. La vida va pasando como un reguero por la puerta de mi casa del pueblo por calles sin asfaltar, sin calles modernas de hoy, sin calles que ya no existen pues ha pasado el tiempo. El tiempo, ese agujero por el que pasamos como fieras, como gusanos, como abejas multitudinarias...
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