Hoy me encuentro bien, de acuerdo con la realidad, en paz con ella. No me sudan las manos, como ayer. No sufro ansiedad ni angustia ni temor a mi soledad y a la soledad de las horas. Solo me falta escribir unos renglones de esa historia que estoy imaginando para sentirme feliz del todo. He leído la biografía de Gonzalo Torrente Ballester y la de Camilo José Cela. Lo que hacían era escribir por encima de todas las leyes, todos los momentos, todos los dioses y mandamases y luego, publicar lo que escribían. Se rodearon de gentes estudiosas y con influencias, gentes sabias, como Pedro Salinas, Ridruejo, Rosales y otros muchos que los ayudaron a que su obra fuera conocida. Fundaron revistas ellos mismos donde dieron cabida a muchos escritores del exilio tras la guerra. Yo debería escribir esta tarde unos renglones que hicieran que mi historia avanzara y lo voy a hacer aunque mis historias no valgan mucho. Bueno, por lo menos han quitado esa ley que dice que si tienes una pensión no puedes dedicarte a cosas artísticas como la escritura sin perder tu pensión. Así que a lo mejor contrato a un agente literario o recorro yo mismo las editoriales de Madrid a ver si tengo suerte.
Si quieres escribir, escribe algo interesante.
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