El bien común. Es muy difícil hablar del bien común pero, sin duda, todo el mundo aseveraría que los políticos que gobiernan deberían tender a ese bien común, aunque no sepamos los ciudadanos en qué consiste ese bien en su globalidad tan extensa. Los dirigentes tienen una legión de asesores pagados por el ciudadano y aún así, esa legión de asesores y la inteligencia supuesta de los dirigentes no nos acercan al bien común. ¿Acaso el dirigente solo era inteligente para alcanzar el poder y en el poder se comporta como un pato estúpido que da patadas sin saber adónde?
Yo siempre parto de que los partidos políticos adolecen de unos prejuicios ideológicos que los atrofia para conseguir el bien común. Yo veo en el PSOE una defensa cerrada y cerril de la mujer por encima del bien común. Yo vi en el PP una defensa atrofiada de la macroeconomía por encima de los ciudadanos. Yo vi en ambos una corrupción desmesurada que está en contra del bien común. Los ciudadanos, en la medida en que podemos, nos procuramos el bien común que podemos sin pensar en que los políticos nos lo procurarán. Así, el científico pone las bases para curar el cáncer de páncreas. Quizás haya en ese descubrimiento algo político pero lo más que hay es la capacidad de un equipo de científicos que miran por un microscopio incesantemente. La gente que ve pedir en un supermercado a una vecina, saca de su cartera 10 euros y le compra un pollo. Y los ejemplos los hay a miles de millones. Si los políticos tuvieran un mínimo de la idea de bien común que tenemos los ciudadanos impresa en nuestra voluntad, el mundo rodaría como una bicicleta alegre y feliz. Pero no, en los políticos hay intereses que pagar, codicia, sectarismo al que hacer caso, colectivos que son mejores que otros, ideologías que empañan su mirada. En fin: mucha mierda en los ojos que les hace imposible ver el bien común y tender a él.
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