Esta entrada nueva de blog ocurre porque no sabía qué hacer después de desayunar y barrer la casa. Es una manera de hacer tiempo para fumarme otro cigarro de la mañana. Por las mañanas, me levanto mal porque veo mi vida como una extensión de un camino muy largo y mi pereza no sabe cómo echarse a andar. A lo largo del día, esa impresión va acabándose pero a la hora de la siesta vuelven otra vez las horas en tropel a arracimarse en mi cabeza y no sé qué hacer en ellas y me angustio.
Las horas del día para mí son una indicación de mi torpeza para llenarlas. No solo una indicación sino una evidencia clara de que yo no tengo horario alguno, ni trabajo, ni algo entre las manos que me entretenga. Así, envidio al camarero, que está unas cuantas horas yendo y viniendo sin pensar en más que en ir y venir con platos y bebidas.
Tengo que escribir una historia pero mi pereza hace que esa historia no avance lo suficiente. Tengo la narración contada: hoy no creo que escriba más allá de folio y medio. Mi imaginación no da para más. Folio y medio suponen media hora de trabajo. Luego, miro en internet la historia de los 7 sabios, los consejos de Paracelso y otras peculiaridades filosóficas.
Ha habido días en que me ha preocupado mucho la política. Era también un entretenimiento, un pim, pam, pum con el que pasar el rato.
Yo, en mis inicios en este blog, escribía de la vida, sobre todo, de la vida, de la mía y de la vida en general.
La vida reparte angustia y alegría y pasión y dolor como semillas tiradas a la tierra.
La vida, sin embargo, es grandes dosis de tedio sin saber qué hacer y ahí es dónde se ve al imaginativo y al paciente y al resignado.
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