Hoy por la mañana, mientras fumaba el primer cigarro del día en el retrete, pensaba en dejar de fumar. Pensaba en conocidos que han dejado de fumar, pensaba que es bueno dejar de fumar y me iba fumando mi cigarrito. Luego, he leído las noticias por internet, estoy escribiendo este blog y cuando acabe, probablemente, me fume otro cigarrito, así hasta treinta cigarritos hasta que me acueste.
Cómo es el ser humano que prefiere aferrarse a costumbres y feos vicios antes de probar la pureza de una vida sana y llevar adelante una manera de vivir que le conviene y no un asco de vida que le ata a la podredumbre y al deterioro físico y mental.
Pero es que el ser humano se agarra al vicio como el niño a la teta de la madre. Los vicios son como regresar a una infancia en que chupábamos caramelos y nos quitaban esa angustia de ser niños y sufrir o seguir creciendo y no poder hacer nada.
Somos como pájaros enjaulados que un día conocemos el cigarrito o el alcohol y nos enganchamos a ellos como posesos a ver si nos dan una respuesta al tiempo que pasa o al sufrimiento que padecemos. Y no los soltamos.
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