El aire es más suave, ya no tan sofocante. La brisa llega a la ventana como si fuera un agua benefactora. Yo querría que mañana se pusiera a llover y no parara hasta octubre para no ver más gilipollas por la calle. Me encerraría en mi habitación y leyendo la tinta de los muertos, me pasaría la tarde muy tranquilo. Porque los muertos no te contestan, solo te hablan y tú escuchas lo que les pasó. Los muertos no insultan. Solo cuentan. Hay muertos que produjeron otros muertos. Hay muertos que se embadurnaron de alcohol. Hay muertos que sufrieron. Otros, que no hicieron más que mandar y dar mítines y robar del erario público y otros muertos que estaban al lado cuentan en su tinta lo que robaron estos otros muertos y lo que mataron y los Valles que construyeron. Vienen luego otros, que serán muertos, y sacan de su tumba a los muertos para revolverlo todo y yo lo veo. Y me da un poco de repelús. Hay y habrá muertos que estuvieron en el poder muy malamente y los libros hablarán mal de ellos. Hay muertos que mataron en una guerra y dieron mítines para arengar a las masas para hacer una revolución y la revolución no tuvo lugar. Y hay vivos que quieren hacer de los muertos una bandera para dividir a los vivos. Pero todos moriremos y quedará la tinta. Solo la tinta.
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