Estaba yo tumbado en la cama otra vez, dispuesto a dormirme, cuando he empezado a hacer una serie de asociaciones de ideas y me han conducido primero a un tipo que he visto drogado varias veces en diversas circunstancias; luego he pasado a otro tipo que el otro día quería sentarse en la mesa de la terraza donde estaba con una amiga y también he visto drogado varias veces y después de todo, he ido a pensar en un libro que se titula "Gomorra", del que no sé el autor y que estará por ahí en una estantería y que leí en parte en Canarias y en parte en el avión que me trajo de Canarias a Madrid. Ha vuelto el insomnio y el dar vueltas a la cabeza a la hora de dormir. Y he pensado en escribir este blog. Lo malo de la droga es que es ilegal y por ello, se debe mantener en secreto su venta y su consumo. A la vez, los que la venden y la consumen, se vuelven secretos y raros a los demás, por lo menos a los que no la consumimos.
La gente secreta a mí me da bastante repelús: anda siempre inventándose cosas, sin hablar claro. Les preguntas y se van por la tangente siempre. No tienen que ser drogadictos o que tengan un "consumo", como se dice ahora, sino que hay gente que todo lo guarda para sí y no quiere que se sepa nada de ellos. Te ocultan más que te cuentan. Contestan con un "ya ves", "aquí ando" y gilipolleces de esas y no saben conversar, son pésimos conversadores o simplemente no hablan. Los que ocultan no me gustan. Algo andan tramando o pensando que no dicen y te enteras cuando ya no hay remedio. No me gustan un pelo los que dicen que te han visto no sé dónde pero no te han saludado porque estabas lejos o yo qué sé. Luego van por detrás y andan como taimados, como lo gatos de noche.
Si alguien oculta su vida, también oculta su alma.
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