Mi ciudad, Majadahonda, es famosilla por un tipo que hizo picadillo a su tía para cobrar una herencia. Ahora dice que es esquizofrénico. Si vais a mi ciudad, os encontraréis con un montón de rotondas que pasan por una avenida, la Avd. España. Si no te das cuenta, pasas todas las rotondas y pasas también la ciudad de Majadahonda sin haber entrado siquiera en ella pues el tráfico en esta ciudad es así: dos vías principales y luego calles de mierda que están cortadas al tráfico y por donde pasan igualmente coches y peatones en continua confusión.
Me parece, no sé si será un mito, que en Majadahonda, las chicas tienen fama de guapillas. Pero lo predominante en Majadahonda, es vox populi, es la apariencia: gente que vive en urbanizaciones de lujo o chalets que luego no tienen una perra que gastar. Muy bien vestiditos, presumiendo de todo y cinco euros en el bolsillo. Es lo que se dice. Por lo demás, Majadahonda es lugar de venidas de gente de todos los lados, por lo que el entendimiento entre las gentes es poco. Lo que tiene de presumir Majadahonda es la Gran Vía peatonal, muy larga y vistosa para el extraño pero está ya muy vista para el habitual. La gente va de casa a la Gran Vía y de la Gran Vía a casa pues las demás calles casi están intransitables.
Aceras pequeñas, coches que se meten en peatonal, peatones que van por medio de la calzada. En fin, un lío.
Majadahonda es una ciudad áspera de trato, donde las petardas de turno se cuelan en la pescadería. Los majariegos antiguos han hecho caja vendiendo sus terrenos urbanizables. No existe vida nocturna en Majadahonda. Un sábado por la noche es tétrico, ni Dios por la calle a excepción de los pocos empecinados del cubata.
Fama tiene también el mercadillo, al que no he ido nunca porque dicen que es barato pero no me gusta la cantidad de gente que se junta a comprar unos putos calcetines. El día de mercadillo, los martes, parece que hay más gente por la ciudad. Los majariegos, creo yo, son de mucho comprar y aparentar pero no de charlar y pasarlo bien, por lo menos últimamente. La verdad es que yo no conozco a nadie aquí, no soy del coro, no soy de los naturales de aquí, ni soy del grupo de los pijos. Mi padre fue taxista y tuve unos compañeros de instituto bastante clasistas que veían eso como algo no deseable, el ser taxista. Ellos eran hijos de arquitectos y cosas de esas que es lo que se lleva en esta ciudad.
En fin, Majadahonda está suficientemente alejada de Madrid, es la única ventaja que le veo.
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