Me he dado cuenta a lo largo de mi vida que lo que no haya conseguido por mis propios medios, nadie me lo ha conseguido. Ahora hay cantos de sirena para todos. Pero sigue existiendo esa vieja ley del esfuerzo: si estás tumbado en el sofá, no va a venir nadie a darte nada. Me he examinado seis veces en oposiciones, he sido profesor de secundaria veinte años. He sido yo el que lo he hecho y con una enfermedad mental incapacitante.
Ahora oigo a muchos gritar por sus derechos. Los derechos que te da esta sociedad son a regañadientes, no por la cara. Todo cuesta, cada vez más. Si te prometen un derecho gratis, algo hay detrás.
Si quieres ser algo, muévete. Te van a apoyar solo si te esfuerzas. Aunque te pueden dar un cargo si ladras con ferocidad contra todo lo que hay establecido. Hay políticas como Irene Montero, de Podemos, que a los 16 años ya estaba afiliada al comunismo. El comunismo, el anarquismo tienen que existir para que haya la ilusión de un mundo mejor pero mientras, vivimos en un mundo que lo niega todo si no te esfuerzas.
El comunismo es abrazarnos todos en un abrazo de poder y el anarquismo es destrozar lo existente y crear un mundo nuevo entre todos. Pero no todos tienen esa conciencia de amistad obrera o libre. El sistema es el que hay. Hay un capitalismo donde todo se compra y se vende. Se compra tu trabajo a través de la competitividad y ese es el juego. No hay reuniones mágicas de las que surja la modernidad, la libertad de todos los seres humanos. Hay gente que te ayuda si tú te ayudas.
Uno me dijo: juntémonos y vayamos contra el sistema. Pero vi que era más fácil ajustarme al sistema.
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