Todo el que sufre una mala dosis de soledad y le intoxican el corazón con desprecio lo pasa mal. Pero está el sentido común para llevar ese desprecio y ese aislamiento hasta que sabes aguantarlo. Entonces te comportas como un hombre o mujer solitaria que sabe que no existen los amigos y los que has conocido solo estaban contigo por un interés o te querían mucho menos de lo que pensabas. Y sacas una lección dura de aprender porque pertenece a la asignatura de la vida que es la que nos pasa a todos desde que dejamos el colegio.
Y aprendes. Y una vez que aprendes solo dejas acercarte a tu corazón a aquellos que dan algo, no que piden. A aquellos que quieren escucharte, no darte gritos y confundirte. A aquellos que no son como los que has conocido sino otros, los que algún día, o una tarde de invierno puedan hacerte feliz de alguna manera sin pedir nada a cambio.
Y distinguiendo así entre la morralla de la vida y lo que merece la pena que es lo que está al lado del corazón, no rondándolo como un lobo que es lo que es un hombre para otro hombre.
Y sabes ya defenderte de los que vienen con mentiras y codicias y con palabras halagadoras que no valen nada.
Y es como si hubieras nacido de nuevo.
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