A veces se puede juzgar a una persona por lo oportuna que es en nuestra vida. También por lo educada que es con nosotros. A veces, la persona por la que tenemos algún tipo de interés ni es educada ni es oportuna. Entonces es mejor no tener trato con ella porque todo va a ir mal. Las personas hacen lo posible por agradar a quien les agrada pero hay que calcular muy bien si nosotros somos alguien agradable para aquellas personas en que hemos puesto nuestro interés. A veces nos puede el orgullo y creemos que somos una persona por la que merece guardarse algún tipo de admiración ya sea por una habilidad que tengamos o simplemente por el encanto de nuestra persona. Nada más lejos de la realidad. En mi caso, yo no tengo el menor atractivo para nadie que yo conozca al ser yo un tipo sencillo, tranquilo y que no voy a fiestas.
Mi vida social no me permite presumir precisamente de mi vida social. Los viernes los dedico a ver una película en la tele, por la noche y no soy desenfrenado en mi vida, sino aburrido. Los sábados por la noche veo otra película y así se me pasa el fin de semana. Ni conozco gente especial ni yo soy especial. ¿A quién puedo gustar? A nadie. Lo malo es que está ocurriendo es que la gente tampoco me gusta a mí. Es lo más natural según una ley de la soledad que no hay escrita. Pero qué le vamos a hacer. Siempre quedará alguien con quién charlar de cosas poco trascendentes y aventureras.
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