Esta mañana, antes de despertarme,
he sentido frío.
Era el anuncio de la soledad
que vino conmigo todo el día.
Anduve por caminos, me senté en un banco.
La derrota era grande.
Llegué a casa y no había calor.
Mi corazón latía como las cabinas de teléfonos, como los condenados tristes, como la fealdad del mundo.
Hice algo de cena y empezó a darme miedo mi cama.
Vi la televisión y me horrorizó el delirio de los hombres.
Cuando ya estaba envuelto en mi manta, sentí de nuevo frío.
Mi corazón estalló en una locura atrasada.
No dormí. Mis dientes roían mi miseria.
Llegó la luz del día y yo no estaba.
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