Hay algo que me repatea en las personas, que me revuelve las tripas de un modo muy serio hasta llenármelas de un líquido repelente y oloroso que deseo expulsar pronto: es el puto egoísmo. Hay personas que se mueven para, por, desde y hacia su interés. Hay personas que solo conocen una palabra y todo lo miden desde esa palabra que es YO. Tú, por ejemplo, les cuentas a esas personas que has estado viendo el fútbol y ellos dicen: yo... y todo lo demás. Y siguen con el yo en la boca y no lo sueltan. No sé si son autistas o qué rollos modernos que hay ahora. Yo les llamo egoístas. No dan ni la hora porque se junta su egoísmo con una racanería propia de otras épocas. No tienen ni un minuto para nadie, ni para su madre ni para su abuelo si no es para pedir algo, para el interés. Suelen estar contigo porque les conviene. Si no, no tienen el menor reparo en abandonarte cuando te han extraído el jugo. El dinero, por supuesto, como excusa para cualquier relación. Comer contigo, si no les invitas, para ellos es una atrocidad y una pérdida de tiempo. Son los que se mueven ahora por campo y ciudad. Son los que no dan, solo piden. Son los que no tienen tiempo, son los que triunfan hoy en día porque la sociedad está montada para ellos. Son los nuevos ciudadanos que, guiados por su codicia y su egoísmo harán de este mundo algo apestoso y triste de vivir. No esperes de ellos ni el movimiento de un dedo.
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