Ahora que todo es alegría, paz y amor, recogimiento y felicidad, me voy a ir a una cueva de las más profundas que haya para no oír esos cantos de sirena que nos dicen que la gente está muy contenta de que llega el nuevo año. Resulta que ha habido unas elecciones tras las cuales los políticos inventan naciones por todas partes, no se ponen de acuerdo y a lo mejor nos hacen votar otra vez. Resulta que estos años de recortes y de reformas no han dado el resultado apetecido aunque la prima de riesgo ha bajado. Resulta que hay una autonomía que quiere ser nación por todo el morro. Resulta que los españoles no tienen dinero que gastar. Resulta que si lo que hemos padecido es malo, lo nuevo se parece a la república venezolana. Resulta que he descubierto que a mi novia le falta un tornillo. Resulta que mis novelas no son valoradas debidamente por las editoriales a las que las mando. Resulta que el año que viene, más de lo mismo o peor. Entonces, ¿a santo de qué tanta alegría, tanto champán, tanta fiesta desmedrada? El año nuevo que viene viene con la misma mierda y más incógnita que este. La segunda transición la llaman.
jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Hay algo que me repatea en las personas, que me revuelve las tripas de un modo muy serio hasta llenármelas de un líquido repelente y oloroso que deseo expulsar pronto: es el puto egoísmo. Hay personas que se mueven para, por, desde y hacia su interés. Hay personas que solo conocen una palabra y todo lo miden desde esa palabra que es YO. Tú, por ejemplo, les cuentas a esas personas que has estado viendo el fútbol y ellos dicen: yo... y todo lo demás. Y siguen con el yo en la boca y no lo sueltan. No sé si son autistas o qué rollos modernos que hay ahora. Yo les llamo egoístas. No dan ni la hora porque se junta su egoísmo con una racanería propia de otras épocas. No tienen ni un minuto para nadie, ni para su madre ni para su abuelo si no es para pedir algo, para el interés. Suelen estar contigo porque les conviene. Si no, no tienen el menor reparo en abandonarte cuando te han extraído el jugo. El dinero, por supuesto, como excusa para cualquier relación. Comer contigo, si no les invitas, para ellos es una atrocidad y una pérdida de tiempo. Son los que se mueven ahora por campo y ciudad. Son los que no dan, solo piden. Son los que no tienen tiempo, son los que triunfan hoy en día porque la sociedad está montada para ellos. Son los nuevos ciudadanos que, guiados por su codicia y su egoísmo harán de este mundo algo apestoso y triste de vivir. No esperes de ellos ni el movimiento de un dedo.
Las relaciones humanas son muy complejas porque complejo es el ser humano. Es muy difícil encontrar una persona equilibrada que encuentre a otra persona equilibrada y su vida sea tranquila, pacífica, serena. Una persona está compuesta de un complejo neuronal extraordinario. También tiene un corazón que late y un alma que siente. Además, estamos condicionados por nuestro sexo, clase social, prejuicios que podamos haber adquirido en nuestra educación, nuestra educación misma, la huella que dejan en nosotros nuestros padres, la política que mamamos, la ideología y un sinfín de patrones que nos hacen de una manera o de otra. Por eso es tan difícil que dos personas se entiendan por mucho tiempo. Siempre habrá una chispa que a uno gusta y a otro no y ya hay que estar poniendo paños calientes o comportarse políticamente tan correcto que no sabes muy bien si lo que dices lo estás diciendo tú o lo has leído en un libro de autoayuda. Es el miedo al otro. El otro, sea tu mujer o tu hijo, produce miedo porque es una persona incomprensible muchas veces que no sabes cómo piensa ni cómo siente. Dice un cónyuge de otro: llevo toda la vida con él y no le conozco. Es eso. Lo complicado que es el cerebro y el corazón y el alma de los demás. Y la tuya.
martes, 29 de diciembre de 2015
Un pensamiento hay muy constante en mí: se trata de si hago algo por los demás, por los que están necesitados o no lo hago. Con dar 10 euros al mes a ACNUR no lo hago todo. Pero luego hay en mí una resistencia a eso que llaman voluntariado. ¿Acaso no soy yo un enfermo mental y no han hecho mucho por mí ni por los demás enfermos mentales que conozco? Los psiquiatras me han atendido más o menos menos bien pero, ¿la sociedad? ¿Ha movido alguien un dedo por mi enfermedad y los que estamos enfermos? Esa es la resistencia que no me mueve a ser voluntario ni nada. La soledad y el abandono en que están los enfermos mentales atacados por la esquizofrenia y el trastorno bipolar y otras dolencias mentales es grande. Además somos rechazados en cuanto se sabe la enfermedad que padecemos. Yo no aparento enfermedad alguna. Me muevo bastante bien en mi entorno. He trabajado, he ganado mi dinero, vivo bien. Pero, ¿otros enfermos? Viven mal, señalados y abandonados, con el estigma de la enfermedad en la frente. Así que no haré nada. Podría luchar para que la enfermedad sea visible, para que la gente no piense que matamos a nadie ni vamos dando la nota por ahí. Solo que tenemos muchas limitaciones. Nuestra enfermedad nos limita: estamos tristes sin saber por qué, nos dan manías, nos dan nervios, etc que no controlamos pero no matamos a nadie. Si un enfermo mental mata es porque no está controlado médicamente o abusa de las drogas, con lo que su enfermedad se agrava pero hoy hay una red de atención mejor que hace años. Lo bueno para un enfermo mental es un trabajo, una rutina, una estabilidad que a veces no alcanza y se desestabiliza por ello. Bueno, por eso no ayudo porque pienso que me tendrían que haber ayudado a mí y ami familia en nuestros peores momentos. Hoy estoy bien. Ya ayudaré cuando lo vea necesario.
lunes, 28 de diciembre de 2015
A mí lo que no me gustaría en la nueva etapa política es volver a la crispación. Ya hubo en época de ZP y de Rajoy. ZP dijo en la radio que necesitaba tensión. Por favor, el que necesite tensión, que se meta un cable de dos mil voltios por el culo y nos deje en paz. Tampoco quiero que vuelva el republicanismo, la guerra civil ni los abuelos de nadie. No quiero que vuelvan los rojos ni los fachas, ni el dineral derrochado por la memoria histórica ni pacifismos estúpidos. Tampoco quiero que vuelva eso que llamaban buenismo y que se traducía en ministros bobalicones. No quiero que haya una autonomía que diga que es una nación y quiera serlo. No quiero ministras inútiles de las miembras ni Leires Pajines. No quiero que mi gobierno haga el ridículo en el exterior más de lo debido. No quiero más 15 M ni movidas que ocupen espacio público de todos. No quiero planes E. No quiero que nos digan que no hay crisis habiéndola. No quiero que nos mientan con el déficit. No quiero cejas ni titiriteros vendidos al poder. No quiero maquiavelos de pacotilla. No quiero papanatas en el poder. No quiero de la Vega mintiendo como bellaca. No quiero derroches de lo público. No quiero aeropuertos al lado de aeropuertos. No quiero corrupción. No quiero ministerio de la vivienda ni path finders. No quiero sonrisitas estúpidas. No quiero especulación ni guerras. No quiero bombas en trenes. No quiero mayorías absolutas. En fin, no quiero todo lo que viene de aquí en adelante.
domingo, 27 de diciembre de 2015
En mi fuero interno, hoy y los días anteriores a hoy, me preguntaba qué era eso de la Navidad, por qué yo no la veía por ningún lado por más que hago por mirar signos de ella. Oía villancicos, el telediario hablaba de Papás Noeles y Reyes Magos y regalos y cuentos para niños y actuaciones especiales y qué se yo. Pero yo veía a la gente, que es donde para mi pensar debe residir la Navidad, y en la gente yo no veía nada que no viera este verano. Encima, teníamos una temperatura de 15 grados todos los días, no había nieve ni frío por ningún lado. Yo creo que se agotan los temas y el de la Navidad está agotándose porque si no, yo no me explico ese pasotismo por la Navidad que viene cundiendo estas Navidades de hace tres o cuatro años. Será la crisis, será la desgana de creer un año tras otro en la misma cosa, no lo sé, pero lo que observo es que la gente ni tiene el espíritu de la Navidad ni tiene nada. Son unas fiestas como otras, como puede ser Santiago Apóstol o el día del obrero, en las que la gente se dedica a descansar únicamente.
sábado, 26 de diciembre de 2015
Después de la comida de Navidad me encontré un poco triste porque me sentía encerrado en una ciudad sin alicientes: la Gran Vía, los amigos, los paseos para un lado y otro, mis novelas que me cansan... Pensar en estas cosas me deprimía por lo trillado que tenía todo ya. Yo me veía pasado de moda, viejo, cansado, aburrido, sin ningún lugar o actividad que me motivara. Todo lo que se me ocurría me saturaba y me hastiaba. Entonces fui con mi hermano a ver "La guerra de las Galaxias" episodio VII. Y me aburrí también. Pero me aburrí pasando dos horas viendo cosas extrañas y fantásticas que cautivaron mi atención por unos momentos. La ficción me facilitó que yo no pensara en mí mismo ni en la pena que me daba yo mismo y me quedé colgado de aquellos personajes que luchan por un ideal. Los malos, los buenos, las estrategias, el lado oscuro... En fin, vi que la ficción transporta a otros modos de sentir en cuanto te metes en ella. Ojalá mis novelas consiguieran hacer esto que hizo la película conmigo y conseguir un trueque emocional de la tristeza a la abstracción de sí mismos a mis posibles lectores.
Con mi novia he vivido bastantes aventuras ya. El primer año que nos fuimos de vacaciones, en Cádiz, me entró una orquitis y entre los dos procuramos aliviarla con hielo e ibuprofeno. El año que discutimos por lo del piso en alquiler, ella se fue a Oporto y luego fui yo solo tras ella y allí seguimos discutiendo. Discutíamos por las calles más céntricas de Madrid y en ellas tuvo lugar la aventura de Arenal. A mí me ha dejado tirado varias veces en medio de la calle y ha seguido su camino cuando se enfadaba. Luego nos juntábamos más tarde. Hubo también la aventura del metro y de la oposición. Hubo la aventura del pie de su madre. La aventura de los celos de Gema fue la más dura y tenía lugar en el cercanías de renfe. Y así, venga y duro y dale hasta que nos juntábamos otra vez porque parecía que no podíamos estar solos. Ahora viene la aventura del blog que no sé cómo acabará pero me está cansando mucho. Parece que no nos vamos a ver hasta el día del obrero. Bueno. Cada uno a lo nuestro, a descansar de las aventuras.
En estas fiestas que he vivido solo he oído villancicos por los megáfonos instalados por el ayuntamiento en la vía peatonal. He entrevisto la alegría en algunos grupos que se formaban que serían familias que no se veían o tal. La alegría que se supone en estas fiestas como algo espontáneo, que surge sin querer se ha ido a otro sitio o a otro tiempo. No he visto especial motivo de felicidad en ningún lado ni en ningún momento. Dice mi hermano que eso se solucionaba con un concurso de villancicos o con un baile popular pero no veía yo candidatos para ponerse a cantar motivos navideños ni para bailar. Todo se pierde, incluso la sonrisa cuando ves las calles sin chispa ni emoción alguna porque el niño Dios vaya a nacer. La gente se va al cine con los niños y ve lo de la guerra de las galaxias y punto. O se va a correr para no perder la línea después de los atracones. La gente joven desconecta del sentido religioso de estas fechas y la gente mayor también. Se unen las familias con cuidado de no hablar de política ni de regañar y punto. Se tiene más miedo de lo que se puede perder (las formas) que por lo que se podría ganar (ese espíritu navideño que vete tú a saber dónde está).
sábado, 19 de diciembre de 2015
El batiburrillo generacional que se monta en casa de mis padres los domingos podría hacer difícil la comunicación entre los integrantes de esas generaciones que han vivido cosas sociológicas e históricas diferentes. De hecho, ese malentendido existe.
Mis sobrinos, por pertenecer a la generación más joven, más laxa en las costumbres, más democrática, más egoísta, comen el domingo y se van. Aparecen para comer, precisamente lo que quiere su abuelo, muy preocupado toda su vida por la cobertura alimenticia de su prole. Si vienen o no vienen los nietos más allá de los domingos con la intención de llenar la andorga, eso es asunto de ellos. Yo no juzgo. Yo visito a mis padres asiduamente aparte del domingo.
Podría parecer egoísta aparecer en casa de los abuelos cuando hay algo de comer. Y lo es. Pero ya digo que eso es asunto del que lo hace, no del que lo ve.
Mis sobrinos son materialistas, ya lo he dicho más de una vez y eso se manifiesta en todos sus actos. Pero ya digo que es cosa de ellos, no mía. Que pongan ellos el interés donde les dé la gana.
sábado, 12 de diciembre de 2015
Hoy he conocido a un hombre al que la movida madrileña le ha cogido de lleno y por lo tanto, la cocaína. Pero se ha recuperado de ambas. Cuánto vicio había esos días donde en Madrid, si no dabas un concierto, te lo daban. Luego cuenta este hombre que se ligó, a base de tarjeta de crédito de 500.000 pelas mensuales a una chica que se desnudaba en el "interview". Este hombre, aparte de estos desmanes (llamémoslos así) sabía del Cid, de la II república española y otros asuntos de la cultura patria.
Ha sido curioso hablar con él. El desafuero de luchar por las libertades a unos condujo al resentimiento más soez de estar echando las culpas de todo a Franco y a otros de coger carrerilla con eso de la libertad y ponerse hasta las trancas hasta no conocer la realidad en la que estaban viviendo. Con la libertad, se cogen muchos vicios y estos pueden conducir a la tumba a más de uno, como sucedió en los ochenta, que el que no estaba colocado, se colocaba rápidamente y tanto, que moría de sobredosis en una barraca o en un portal tan anónimo como la muerte.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Todo el mundo proyecta su personalidad en los demás: quiere que los demás sean como él. Yo no soy menos. Por eso, a mí la gente que ha pasado su juventud emporrándose o tomando pastillitas en discotecas mientras le hacían la vida imposible a los profesores que tenían con sus bromitas y chulerías de niñato tonto no me van.
La gente que no ha leído en su vida un libro no me va y la gente que en pleno siglo XXI no sabe escribir no me va. La gente se cree que todo hay que perdonárselo pero no. No todo es perdonable y menos cuando la personalidad que los mira proyecta su vida sobre ellos y ve que son fatuos, intranscendentes, autocomplacientes y unos estúpidos de tomo y lomo.
Esta gente tiene a bien reírse del error ajeno, dar grandes carcajadas por nada, asombrarse de todo. No me extraña. Son necios. No están educados aunque hayan tenido todas las oportunidades del mundo para educarse. Han preferido evadirse de la realidad, de esa dura realidad que dicen ellos que han vivido. Y no. Su realidad ha sido tan vulgar como la de los demás. Lo que pasa es que era más fácil dilapidar el dinero de sus padres en la droga y las fiestas que leerse un libro y aprobar el curso.
jueves, 10 de diciembre de 2015
He acabado una novela y otra vez tengo ante mí 200 folios que he de rellenar para crear una nueva. Esta nueva la he titulado provisionalmente "Mi vida actual" pero tras trazar los ejes de esa vida actual, ya no sé de qué escribir. Me he quedado mudo ante el folio en blanco. He desfigurado un tanto mi actualidad para que no se pareciese punto por punto a mi vida pero no me sale nada, no se me ocurre nada más que esos diez folios que he escrito ya.
A lo mejor tengo que desistir de usar mi vida como materia novelística y escribir de otros. Pero voy a insistir un poco más a ver si mi vida actual resulta novelable. Yo creo que cualquier tema es bueno para escribir cuando se le dé a ese tema la peripecia, la anécdota suficiente que la haga vivir y mi vida sí que puede tener esa peripecia y si no, me la invento.
Bueno, mientras estoy viviendo unos días muy tranquilos de paseos, cigarrillos y conversaciones con mi hermano.
Si tienes un objetivo, ya tienes algo.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
Hoy me he despertado a las 10 y me he ido a dar un paseo largo con mi hermano hasta la estación. Hemos intercambiado algunas impresiones y Paco dice que ha estado deprimido este fin de semana pero que ya se le ha pasado. En la estación, hemos visto a dos borrachines. Sostiene Paco que la Navidad es muy mala para la gente solitaria. El que está solo y barrunte la Navidad se emborracha y pierde el control. Es la opinión de Paco. Yo no sé si hacerle caso pues Paco tiene las opiniones más peregrinas que darse pueda sobre todas las cosas opinables.
En fin, he llegado a casa y yo me he puesto a fregar el suelo. Luego tengo que fregar los cacharros.
Este fin de semana he estado en Salamanca pero ya conozco la ciudad. El primer día fue divertido; el segundo, un poco aburrido. Me lo he pasado mejor en el trayecto de ir y venir en coche, me divierte más. He comprado libros, he paseado por las calles de esa ciudad: demasiada abundancia de gente extraña, demasiada soledad de Eva y yo paseando y paseando. Me confieso ignorante de muchas cosas. Lo que he leído casi no lo recuerdo.
Espero a Paco para que me dé un cigarrillo por haber fregado el suelo.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Decía Cándido en la novela del mismo nombre que vivía en el mejor de los mundos posibles. El que piensa así es muy feliz porque no necesita mejorar, no tiene la inquietud de que su vida tenga que cambiar para conseguir ser mejor o conseguir más cosas.
Cuando uno llega a la candidez de pensar que su vida es el culmen de toda felicidad, llega algo que trastorna ese sistema y todo se va a a la porra.
Cuando amarillean las hojas de los árboles y el suelo se alfombra de hojas, la felicidad cabe en un puño de la mano.
Cuando intentas superarte y lo vas consiguiendo poco a poco, viendo los resultados, la felicidad vuela sobre tu cabeza de manera ordenada.
Cuando no hay problemas a la vista, la felicidad te viene a visitar.
Cuando te levantas de buen ánimo porque sabes que va a ser ese un buen día, la felicidad te besa la boca indecentemente.
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