Tengo por lo menos veinte historias empezadas pero no tengo ganas o fuerzas para continuarlas. Decían los antiguos que había que tener a todas las Musas encinta y que no debía pasar ningún día sin escribir una línea pero mi alma perezosa no se pone a cubrir Musas ni a trazar líneas.
Me tumbo después de comer, como me tumbaba en verano, pero ahora noto que la noche viene más presta y no me siento bien tumbado. Me recorre una inquietud que no es productiva pues esa inquietud no me pone delante del ordenador a escribir historias.
Escribir historias tiene mucho de voluntad pues, ¿a quién interesa crear algo que no está en el mundo, que surge de la imaginación y que necesita de mucha sintaxis, vocabulario, noción del párrafo y otras exquisiteces narrativas y gramaticales más para llevarse a cabo? Da miedo pensar en pensar una historia.
De todos modos, me voy a poner con alguna historia a ver si es del gusto de mi carácter narrador y la puedo continuar aunque sea malamente.
Si no te sale a la primera, habrá unas cuantas otras.
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