Como yo estudié en el Bachillerato, había antes escritores a los que no les gustaba el mundo que les tocó vivir. Yo, desde que he cumplido una serie de años, el mundo se ha vuelto de otro modo menos simpático, digamos. Los escritores a los que no les gustaba el mundo en que vivían, lo transformaban con su propia literatura, su literatura era un arma con la que luchar contra la fealdad del mundo. En aquella época, la literatura no era un negocio de masas, los escritores y poetas no aspiraban a crear un best seller. La literatura era una forma de vida, como describe Valle Inclán en "Luces de Bohemia". La literatura no daba riqueza pero sí un nombre y una forma de ser en el mundo, no como ahora, que los escritores se pliegan a una forma de escribir x para ganar dinero, se pliegan al capital, al negocio. Los escritores se convierten en negociantes y quizás así sí les guste el mundo que los acoge como héroes de decir cosas, de contar disparates llamativos.
Lo que es por mí, ya he dicho: la vida ya no es igual de atractiva que en mis irreflexivos y felices años en que yo jugaba al fútbol, estudiaba cosas interesantes, tenía un montón de amigos, era feliz. La edad lo trastoca todo: esta edad no me gusta. Mi cuarentena ha sido penosa. Y escribo para que la vida sea más bonita, me meto en mundos que aunque no sean comerciales, me gustan a mí. La vida para en seco la irrreflexión algún día.
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