Vaya papelón están haciendo los ministros de Sánchez a los que, astuto, arroja a las preguntas de los periodistas para decir lo poco que saben de cómo va España. La ministra Ribera se ha quemado con el precio de la luz, pero no se asusta porque cree que en 2050, una energía limpia y barata lucirá en los hogares españoles. La ministra Montero, cabeza de ajo, anda con la ley trans, con la ley de libertad sexual, con la ley del sí es sí y con la ley LGTBI. Pero yo no me quiero creer que en España haya 10 millones de homosexuales. Con lo histéricos que son los homosexuales (los que yo he conocido) esto sería un manicomio. Escrivá, el otro ministro que quiere cuadrar cuentas de la Seguridad Social, no creo que haga creer a los del baby boom que van a cobrar un pensión digna. Y así todo. Lo que hace Sánchez es hacerse la foto como si fuera un líder mundial de la repatriación de Afganistán, que más bien es la crónica de un desastre y decir que podemos quitarnos la mascarilla y vacuna, vacuna y vacuna y volver a pasar la pelota, no ya a sus ministros, sino a las comunidades autónomas que no pueden vulnerar derechos fundamentales. Sánchez no aparecerá otra vez ante los medios hasta que se haya repartido el monto del regalo de los millones de Europa y diga, hinchado como un pavo: España está en la Champions Ligue, como dijo aquel cenutrio al que imita muy bien y aún lo sobrepasa. Y también dirá algún día que España es un concepto discutido y discutible y algunas lindezas más para que se nos haga el cuerpo a semejante hábito.
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