Hoy es el último día de un mes agridulce, ni bueno ni malo. No bueno porque no me he podido bañar en el mar, mi gran deseo y no malo porque he vivido experiencias, digamos, positivas. He ayudado en el pueblo lo que he podido y aquí, en Majadahonda, también. Me he reconciliado un poco con mi hermana pero no olvido. En fin, podemos decir que el mes me ha servido para darme yo cuenta de lo que soy en la familia. Estoy deseando que llegue la rutina para ponerme a escribir en mis historias (proyectos los llaman ahora). No publicaré nada al precio que está la publicación (siempre paga el propio escritor), no he recibido ni un céntimo de mi obra "El profesor enfermo", de lo que deduzco que los de Opera Prima, los que me publicaron el libro, son unos sinvergüenzas. Un día voy a llamarlos, a ver qué me dicen y no espero que me digan que "no han recibido pedidos" de una mala ostia que tira para atrás. Pero bueno, de aprovechados está el mundo lleno. Yo tengo publicada mi obra y si ha tenido éxito o no, ya veré o no lo veré nunca pues nadie me llama. Escribir en España es llorar, ya lo dijo Larra.
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