Tenía yo estos días la obsesión de que se estaban esquilmando los recursos de la Tierra. No es del todo erróneo pensar esto. La gente se multiplica y habita hogares que hay que llenar de muebles y de electrodomésticos, amén de que esos habitadores necesitan casi como el comer, móviles, ordenadores, tabletas, televisores y todo tipo de artilugios para pasar la vida. Cada artilugio de estos lleva en su construcción unos materiales metálicos raros que casi no se encuentran en la Tierra. La madera que se corta de los árboles no se repone, no se plantan árboles nuevos o sí, no lo sé, pero de cuando en cuando aparece en mi ordenador o en la televisión lo que están haciendo con el Amazonas. La teca, la caoba y otras maderas se cortan allí para el lujo de occidente. El otro día hablé con un ebanista y me decía que el dinero lo rige todo y que el Amazonas acabará algún día por la codicia del hombre. Parece que estamos destinados a cumplir ese presagio infernal que hicieron los pieles rojas a los blancos: "cuando se seque el último río y cuando se tale el último árbol, veréis que el dinero no se puede comer". Parece que vamos en pos de esa profecía amarga y fatal. Yo no puedo decir nada pues tengo tele, ordenador, móvil, etc. Yo fabrico la miseria del planeta como otros muchos. Luego he leído a Marco Aurelio y este dice en sus meditaciones que todo se renueva, que lo viejo da paso a lo nuevo y que no hay nada nuevo en el mundo que ya no hubiera existido. Pero todo lo veo muy mal, muy mal. No quedan recursos ilimitados para el ritmo de población y consumo que llevamos y me
sábado, 28 de agosto de 2021
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