Ya he escrito mis tres páginas diarias de una novelita que se titula "La tarde turbia". En esta novela, no pasa nada: ni muertos, ni asesinatos, ni nada. Solo pasan mis manos por el teclado al buen tun tun, sin cuestionarme si eso es literatura o no lo es; si eso de inventar a bote pronto es arte o no lo es; sin que yo pare de contar cosas que veo en internet, en los bares o en las putas aceras de las calles. Me acuerdo ahora de unas novelas que yo leí de Millás, que no tenían ni cabeza ni pies. "La tarde turbia" no tiene ni cabeza ni pies tampoco, lo mires por donde lo mires. Las canciones de Rosendo tampoco tienen mucho sentido, la verdad, pero son pegadizas y realistas, que es lo que tiene que tener una canción. En "La tarde turbia", los renglones se suceden porque sí, de uno en uno y así hasta completar unas 8o páginas, a 28 News Time Roman. Yo me río del arte, el arte ese de meter en una lata la mierda del artista y lograr venderla. Pero yo soy un gramático, de eso estate seguro y no escribo como un vulgar juntaletras, sino con el rigor de un escritor filólogo y gramático. Yo no vendo ni uno de mis libros pero a fe que mis libros están bien hechos, no como el hamparte ese que hay por todos los sitios y las novelas aburrimientos que venden en las librerías.
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