Desde alrededor del 10 de julio hasta el 20 de agosto, pasamos lo que se llama la canícula, a la que los romanos llamaban "días del perro" o "días de perros" por el inusual calor que hacía esas fechas.
Igual que la lluvia, que el viento o el frío, el calor intenso nos afecta mucho. Los cerebros se derriten dentro de la cavidad craneal y nos hacen decir y hacer cosas que no queremos.
Puede que con el calor, todo lo veamos de color negro, sin solución posible. También pasa que nos volvemos irritables y con deseo de fastidiar, aunque hay personas que fastidian todo el año.
La canícula se debe a que el sol Sirio se alinea con el Sol nuestro y así tenemos el doble de calor.
La manera de llevar este tiempo es hidratarnos mucho, beber mucha agua, estar en casa al fresco. Hay que tomárselo como si hubiera en la calle un temporal o algo peor.
Encima, en estos tiempos, el calor se ha redoblado en verano por efecto de tantos coches contaminando y ya no hay grillos ni saltamontes por el campo por los pesticidas y herbicidas que usa la agricultura extensiva.
La canícula. Hay que temerla más que a un nublado.
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