Mi carácter depresivo hace que piense mucho en el pasado como algo mejor, en la muerte y en posibles accidentes que hagan que lo pase mal. No me puedo librar de estos pensamientos que me acosan constantemente. No soy una persona de certidumbres, al revés, soy una persona que duda mucho cuando antes no dudaba y me dedicaba a vivir la vida. Escribir me sirve para espantar estos fantasmas pero siempre vuelven, siempre vuelven.
Cuando me eché novia tuve que soportar una crisis de celos de mi novia pero luego lo pasé bien con ella hasta que le volvió otra crisis de celos que ya afectaba a mi hermano y ya no pude más.
Mi vida no ha sido muy buena desde los treinta años, en que yo dejé de ser un inconsciente y me hice consciente de lo mala que es la vida.
Yo me divertía en la vida cuando tenía veinte y tantos y era muy dicharachero y me gustaban los placeres baratos como fumar, bailar, reírme de los demás, estudiar un poco y pasar el rato.
Pasar el rato ahora se ha convertido en un ejercicio de reflexión que lo impide todo, la risa, el baile, la comedia de la vida y la acción.
Qué pena es ver cómo se ha pasado el tiempo y no soy ni la sombra de lo que era, esa despreocupación que exhibía se ha ido al garete y esa forma de vivir, tan ligera y divertida, también.
Que asco. Ahora hay que ser serio, perder el tiempo tomando un café y decir las mismas cosas que dice toda la gente.
Siempre aspiré a ser un escritor pero un escritor divertido y salaz, que se riera de todo el mundo que presencio ahora amargado y triste.
Pasan los años, pasas tú