Tras la caída de la columna por la corrosión que supuso la mierda,
vino otra vez el subir y subir en alturas obscenas.
Sepultados quedaron muchos, que no conocieron ya la luz
mientras otros ascendían imparables hacia el firmamento.
En el edificio había de todo:
lupanares en todos los pisos, generosidad absurda de los que luchaban por los demás, enfermos sin cuidados, pasotas que fumaban y fumaban en los descansillos, voraces jefes que amontonaban dinero mandando cuadrillas de obreros y en la entrada, guardándolo todo, un ejército en formación apuntando constantemente los fusiles a la calle.
El edificio creció y creció, dicen, con la intención de llegar a la luna, donde otros seres se unirían a la vorágine cruel de los humanos.
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