El menú decía bien claro ese viernes
que las ciudades inmensas que existían en el mundo
tenían un nombre en el mapa que las hace distintas
pero la simiente de octubre que yace en el surco
palpita en el campo, no en el asfalto, las ganas de una primavera torrencial que vendrá por mayo si no por abril.
Y esos torreones gérmenes de mutilados y de gentes y de gritos
llegarán a su agonía cuando el agua se muera en el cielo.
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