El padre de estos dos hijos no sabía cuál de ellos estaba peor: con uno la comunicación era imposible pues siempre estaba en un mundo propio del que no salía nunca pues parecía no tener necesidades ni tener dependencias de nadie. La hija daba muchísimos problemas porque siempre le estaba engañando con los estudios, engañando con los amigos, enfadándose cuando se la descubría en cualquier engaño, adoptando un profundo enfado como si la culpable de todo no fuera ella, fuera su padre o su madre por haber visto que sus encierros en su habitación eran para jugar con los amigos con el móvil y no para estudiar como afirmaba ella. Los dos hijos tenían ante sí un sinfín de dificultades que encarar en la vida y su padre los veía con pocas habilidades para emprender con éxito la carrera de la vida. Ninguno de los dos se daba cuenta de que eran bastante torpes, que no leían nada, que estaban siempre jugando con aparatitos estúpidos o viendo la televisión. Su padre fue tajante con respecto al futuro de sus dos hijos: entrarían a trabajar en el súper y luego ya veríamos. Los dos hijos se ocuparon de desmentir tal premonición del padre. Montaron una tienda de móviles los dos, que era de lo que más entendían y se forraron. Siguieron siendo unos incultos que escribían "imbersión" en sus cartas comerciales pero fueron ricos y famosos en la ciudad.
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