viernes, 28 de febrero de 2014

Dichoso el que sin ver cree, dicen los evangelios. Y los que no creemos hasta que vemos las cosas o que incluso no creemos aunque nos digan que fueron así o que hasta que no estamos en medio de la fiesta no creemos que la fiesta fuera a ser tan divertida. O que este mundo no tiene solución alguna. No tenemos fe en nada. Vamos a los sitios pensando que nos va a ir fatal y todo van a ser follones. Tenemos la ventaja de que si todo sale bien no cabemos de gozo porque íbamos con la fe cambiada de que todo iba a salir fatal.
Los que no creemos casi en nada aunque no negamos la fe de los demás nos llaman cenizos o gafes aunque a veces lo que somos se podría definir como profetas. Porque vemos venir lo que otros, instalados en la fe, no ven. Unos ven millones donde nosotros vemos la ruina. Unos ven diversión donde nosotros vemos algún altercado grave. Y así vamos los que no tenemos fe, jodiendo la fe de los creyentes en paraísos que no vemos en ningún lado.
Cualquier tiempo pasado fue mejor. Cómo acertó el poeta al decir esto. Creo que acertó en lo individual y en lo social o histórico. Cuántos mayores que ven la ruina de la juventud y el desmadre que aparece en titulares en el telediario, echan de menos unos tiempos más tranquilos (independientemente de Franco). Y cuántos cuarentones no echan de menos hoy sus días de universidad, sus días dorados de fútbol con los amigos o de largas conversaciones con las amigas o de exhibiciones en la discoteca o de correrías de fin de semana. Los que ya tenemos una edad pensamos en el pasado como algo bonito que recordar y el presente, como una carga más o menos ligera pero que ya no tiene el esplendor de los días pasados. Es así. El poeta Manrique lo supo ver bien, como otras muchas cosas. La edad va cargando los días de unas obligaciones que antes no se tenían y va cargando de días el carnet de identidad hasta volverlo peligrosamente mayor. Solo disfrutan el presente los que este presente se hace para ellos. Pero debemos ir con los tiempos y asumir nuestra edad y nuestro tiempo. Es ley de vida. Ahora también habrá cosas agradables de las que disfrutar. Ahora habrá que apurar el tiempo como antes lo hicimos pero en otras situaciones.
Son las doce y media del mediodía. Ya he venido de comprar los ingredientes para hacer una paella. La inminencia de tener que hacerla está ahí. No tengo mucha fe en que me salga bien pero sé que la tengo que hacer. Pienso en mi cabeza mientras vengo del supermercado cómo debe ser el orden culinario: picar ajos (y lo veo en mi mente, me veo picando ajos), picar cebolla, cortar pimiento; ah, no se me olvide que el pimiento va antes del tomate y el tomate ha de estar pelado antes del momento crucial de echarlo a la sartén. Yo uso una sartén grande para hacer las paellas y me la imagino llena de verduras, pollo y demás asuntos para que luego salga bien la paella. Mi mente es un sin parar. Me veo picando, friendo, sofriendo, calentando el caldo, limpiando verduras en una secuencia semicaótica y apresurada hasta que yo me canso de debatir conmigo mismo la receta de la paella y estoy deseando empezar a hacerla para quitar de en medio todos estos fantasmas de la cocina que me asaltan la mente de forma compulsiva. Hasta la una y media no me pongo con ella. La acción resuelve la dialéctica de la cabeza y en la acción se resuelve el pensamiento en el futuro.  
Yo vivo en un caos más o menos manejable. Otros tendrán las cosas más claras o los horarios se las harán más claras. Mi pequeño caos empieza cuando empiezo algo que no acabo nunca o vivo pendiente de instantes que se cumplen para volver a empezar a vivir esos instantes dentro de unos días. No tengo organización suficiente para anunciar el instante o la obligación vital que viene a continuación. Todo parece que empieza de nuevo desde que me levanto porque no había nada planeado de antemano. También quiero hacer cosas en un futuro que me tienen embargado el presente porque nunca las realizo y me voy frustrando ante ese incumplimiento.
No tengo horarios externos a mí que me den una obligación, los horarios los pongo yo y fallan y se pasa el tiempo y los plazos llegan y la obra no está terminada. Tengo miedo a hacer las cosas porque parece que van a fallar pero luego parece que resultan bien. Mi fe en mí mismo ante las cosas que me sobrevienen es muy poca. Mi mesa del ordenador es un caos de libros que no leo. Mi día a día es un deseo de hacer cosas que nunca hago. Ojalá todo recupere un compás perdido el año pasado, cuando todo tenía unas horas fijas que cumplir haciendo cosas.

jueves, 27 de febrero de 2014

Un jardín sin transitar, senderos puros.
Un cielo de amor, quieto de pájaros.
Fruta dulcísima pendía gozosa.
Un hombre muy bueno hablaba de lo eterno.
No había dolor mientras se andaba.
Un campanario lejano mágicos golpes de bronce lanzaba.
Era el aire un símbolo de la pureza del mundo.
Nacían continuamente abundancias nuevas.
No existía la muerte en aquel rincón inexistente aún.
Pero quizás la imaginación de tantos lo hagan posible algún día.
Aunque Dios nos quiera muertos.
Aunque el tiempo nos deshace.
Aunque sólo hay un mundo.
Después de una vida, después de las horas, después de pensar,
quedará siempre la muerte que nos prohíbe lo eterno nuestra propia conciencia de vivos incrédulos.
                                                                                                                                                             

sábado, 15 de febrero de 2014

La vida no se puede definir. ¿Por qué hablo de la vida? No sé. Parece que últimamente me gustan las grandes palabras como la vida, la felicidad, la muerte y como tengo que escribir porque esto del blog es para escribir...
La vida es muy grande, quizás se pueda comparar al mar, que está lleno de secretos. Dice un refrán antiguo: si no sabemos nada de la vida, ¿qué vamos a saber de la muerte?
La muerte iguala, dicen los pastores mientras cuidan de las ovejas y a los pastores les basta con unas cuantas certezas para vivir la vida; entre ellas, esa: que en la tumba cabe todo el mundo.
La vida está hecha de muchos licores, digamos, y beberlos o no beberlos depende de la maña o de la presteza o de la inteligencia que pongamos a la hora de beber.
Hay gente que no bebe más que agua en toda su vida y que su lecho es muy pobre y que todo lo suyo parece de pobre y a lo mejor es el que mejor ha entendido la vida, pero, ¿quién va a juzgar eso?
Otro tema es la verdad. ¿En la vida hay que estar al lado de la verdad o da igual? El que persigue la verdad en esta vida acaba hecho una pena, eso es verdad.
Me siento estos días inseguro. Mi modo de ver la vida ha sido siempre la de la obediencia de mis mayores y un mayor mío se ha ido.
Yo he tenido la responsabilidad de mi trabajo durante quince años en los que he tenido que luchar fuerte para mantenerme en el puesto pero en la familia, he sido, como mi hermano gemelo, un miembro que ha dicho a todo amén.
Nunca he tenido que asumir responsabilidades en mi familia. Todos han cuidado de mí y de mi hermano gemelo por nuestras enfermedades.
Pero yo por lo menos, no tanto mi hermano gemelo, he procurado no dar mucha guerra y seguir las indicaciones de los médicos para curarme de esta enfermedad crónica que padezco.
En el futuro lo que veo es que he de dejar de fumar como sea porque va a ser continuo el recuerdo de mi hermano mayor y el hecho de fumar. Es mejor dejar por mi cuenta que esperar a una lluvia de críticas.
Delicada como un lirio, absurda como la arena, importante como las palabras, llena de muerte, niebla y sueño; así avanza la vida.
Y si no tuviéramos los afectos que buscamos como animales, si no tuviéramos el apoyo de los que nos quieren, aunque sea en el desierto de la soledad, la vida solo sería fina y absurda como la arena.
Menos mal que a ningún ser humano se le niega un gesto amable, una mirada de comprensión o de perdón, algo que le haga sostenerse sobre sus piernas y no lamentar estar vivo sin ningún sentido.
Menos mal que un ser humano distingue a otro enseguida y aunque le trate mal, tiene la conciencia de que lo hace y si no la tiene, habrá una justicia férrea también para él.
Nos da la sensación de que los malos no pagan. Es solo una sensación. En esta vida todo se paga y si no es con la justicia, se paga en el último pago, con la muerte. La muerte nos iguala. A los corderos con los lobos. Solo hay que tener paciencia a que eso ocurra. Dice un refrán: deja que mi enemigo pase por mi puerta.

viernes, 14 de febrero de 2014

Es ya la medianoche. Me apetece escribir algo aunque no tenga importancia, ni lo que escribo ni el hecho de escribirlo. Voy a pensar que estoy en una playa. La arena sujeta mi cuerpo, las olas se oyen cercanas. Al fondo se divisa el ancho mar. Una brisa viene del mar hacia mi cara. La luna está en lo alto, dando tenue luz.
Me saco un cigarrillo de mi bolsillo de la camisa, prendo fuego, aspiro el humo, muy lentamente, y disfruto de la soledad de la playa entera. Pienso en lo grande que es el mar, lo inmenso que es, el montón de cosas que caben en él y me tumbo en la arena.
Meto mi mano en el bolsillo y palpo el billete de regreso en autobús. Puedo pasar la noche entera aquí, pienso, quizás la marea moje mis pies si me duermo, pienso, quizás debería regresar ya, pienso. Luego no pienso en nada. Me quedo así, tumbado, sin pensar, sin notar nada, como si levitara, mi mano apretando mi billete de vuelta, mi billete de vuelta. La luz roja del sol es inmensa, es como el mar, es como mi sueño escrito. Ando unos pasos hacia las palmeras y un perro me ladra. Debe ser primavera, mayo quizás. Me encuentro con un hombre que vende cosas, ya casi llego a las primeras casas. ¿Y si no volviera? No sé qué hora es. Mi vida ha pasado rozando la esperanza de no ser pero me encuentro frente a un autobús que ha de llevarme adonde yo soy y volveré a dejar el mar a mis espaldas otra vez.

martes, 11 de febrero de 2014

Febrero está siendo de lo más invernal. El frío que pasé el domingo en mi pueblo no es para contar. Y más por estar rodeado de la muerte de un ser querido. La vida sigue. En los días en que recibimos toda la familia el apoyo por mi hermano mayor, me dijeron que mi hermano gemelo y yo debíamos animar a mi madre.
Eso procuraré hacer y también a mis sobrinos y a mi cuñada, que se han quedado bastante solos. Estaban muy enteros los tres, o yo los vi así. Por dentro nunca se sabe.
Mi hermana la noté muy cansada y mi cuñado y mi sobrino soportaron el dolor y echaron un cable. Mi padre habló mucho y lloró y se desesperó al igual que mi madre.
Pero yo pensaba que esta muerte iba a dolerle demasiado a mi madre pero la mujer ha aguantado lo bastante firme. Es fuerte como ella sola, al igual que mi padre.
Todo ya está cumplido. Ahora, a seguir unidos como siempre, apartando las diferencias y llenando como podamos el hueco que ha dejado mi hermano.

lunes, 10 de febrero de 2014

Cuando la muerte se lleva a un ser querido, algo se lleva de ti. Y a ese ser querido no lo volverás a ver. Quedará su recuerdo.
Siempre será grato y doloroso a la vez recordarlo, siempre habrá un hueco que no se volverá a llenar en los afectos, en los momentos, en las necesidades.
En los primeros momentos, su recuerdo será una obsesión. Tu cabeza no parará de preguntarse por qué y por qué no. Y no habrá respuesta alguna. Si se cree en otro mundo como si no. El muerto ya no está entre los vivos. Ya no se oye su voz.
Y luego aparece una calma inquieta, un dolor tranquilo que te acompaña un tiempo largo hasta que cubres el espacio que dejó ese ser quizás con otras cosas.
Y siempre queda el recuerdo en la familia de ese ser desaparecido porque era bueno, porque era alegre, porque le queríamos.
Y ya no está. Y se enfrentó él solo a la muerte y no quiso decir nada a nadie.

viernes, 7 de febrero de 2014

El menú decía bien claro ese viernes
que las ciudades inmensas que existían en el mundo
tenían un nombre en el mapa que las hace distintas
pero la simiente de octubre que yace en el surco
palpita en el campo, no en el asfalto, las ganas de una primavera torrencial que vendrá por mayo si no por abril.
Y esos torreones gérmenes de mutilados y de gentes y de gritos
llegarán a su agonía cuando el agua se muera en el cielo.
Yo he sido profesor de literatura española y he leído a los autores. Había muchos, desde Cadalso, autor desconocidísimo, que criticaban la vida, la sociedad, las costumbres españolas. Luego vinieron otros que decían que había que transformar España; así, con mayúsculas e intervinieron en política y se mojaron. Un caso típico de descontento con lo español fue Larra, que quizás se suicidó, entre otras cosas, por ese descontento. O sea, que es muy típico de los escritores españoles el estar a disgusto y escribirlo. Se salva y no en toda su poesía, la generación del 27, aunque algunos de sus miembros también estuvieron descontentos y sufrieron el estallido final de ese malestar español. Esa es la palabra: malestar. El que escribe debe sentir un malestar con lo que le rodea. Pues en el escritor español, ese malestar está garantizado por naturaleza. El escritor español tiene motivos de sobra para estar quejoso desde que se inició el primer verso en los albores de nuestra literatura. Pues, ¿no estaba quejoso el autor del "Mio Cid" por ver desterrado a ese buen vasallo si hubiese habido buen señor? Ojalá la cosa se vuelque un día en España y tengamos un buen señor para poder ser buenos vasallos o ciudadanos, que creo que de por sí, los españoles, lo somos.
Dicen que la felicidad es cara. Pero caro tiene varios significados, no solo el monetario. Caro equivale a querido y caro equivale a difícil de conseguir. Decía Machado que sólo el necio confunde valor y precio. No todo lo que nos cuesta mucho dinero ha de ser bueno para nosotros. No todo lo compra el dinero. No todo tiene precio y sí tiene un valor considerable en nuestras vidas. Es difícil a veces conseguir o mantener la amistad con alguien y lo deseamos con todas nuestras fuerzas porque sabemos del valor de esa amistad. No digo ya el perder un amor sin el que confesamos no poder vivir. Claro que es cara la felicidad. Es dificilísimo conseguirla, como que seguramente conocemos muy poquitas personas que sean felices o tengan la clave en su mente o en su espíritu de la felicidad y menos en los tiempos que corren en que la dignidad de la persona es pisoteada como una colilla. Mantener esa risa natural y espontánea en estos momentos de dificultades es un arte caro para todos y más, para los que de naturaleza somos medio depresivos.
Estoy deseando ir al pueblo pero como a los toreros, el tiempo (meteorológico) lo impide. Yo no voy a ir al pueblo a meterme en un bar a ver cómo llueve o cómo el termómetro en la calle marca lo prohibido. La última vez que estuve hizo lo suficientemente bueno para ir a la ermita andando. Espero a que el tiempo mejore, pues.
En el pueblo las cosas no cambien o cambian muy poco. El reloj no desgasta las costumbres o las transforma. El lunes va a trabajar el que puede pues es un privilegio el trabajar y el domingo va al bar el que puede pues es otro privilegio asociado al trabajar según están las cosas por allí. La crisis ha hecho estragos en las costumbres que se habrán acomodado a otro tipo de economía pues allí los recortes y la austeridad sí que son de verdad y meten miedo en la gente.
Yo he visto en verano, en el pueblo, el año pasado, que suele ser una estación de mucho trasiego de gente y de líquidos que la cosa no andaba ni medio bien. No vi gente, no vi comercio, no vi alternar como otros veranos se hacía. Me aburrí como un hongo por esa cuestión. En invierno, se recrudece el arrugamiento de la gente y de las cosas. Tengo ganas de ir pero no tengo prisa.
He ido a la biblioteca con unos nombres de escritores apuntados en una libreta. Los nombres están sacados de un manual de literatura que abarca desde 1936 hasta 1984, año de publicación del manual. En 1975 tuvo lugar el inicio de la Transición española y en 1978 se votó la Constitución. Hasta 1984, van sólo 4 años. Los nombres apuntados en esa libreta no están en las estanterías de la biblioteca. No he encontrado ningún autor ni título seleccionado por ese manual. Por lo que yo creo que he de cambiar mi criterio a la hora de elegir libros para leer y que no abarquen los años 70 y 90 pues no hay ni un libro ni autor de esa época encontrable.
He leído dos y los dos tienen en común que hablan de la época de Franco. O sea, deduzco que en 1980, los escritores españoles tenían como motivo de escritura la dictadura y todos sus vicios, ninguna virtud visible en ella pues contra ella se luchaba. No sé que otro criterio puedo seguir pues no tengo otro manual en el que haya listas de escritores. Probaré en internet. Esto me hace pensar que la literatura moderna española (desde los años sesenta) está muy olvidada y solo han quedado unos nombres como Javier Marías y pocos más para decir que esa literatura existe. No sé como será en poesía y en teatro. Sólo hablo de novela.
Tras la caída de la columna por la corrosión que supuso la mierda,
vino otra vez el subir y subir en alturas obscenas.
Sepultados quedaron muchos, que no conocieron ya la luz
mientras otros ascendían imparables hacia el firmamento.
En el edificio había de todo:
lupanares en todos los pisos, generosidad absurda de los que luchaban por los demás, enfermos sin cuidados, pasotas que fumaban y fumaban en los descansillos, voraces jefes que amontonaban dinero mandando cuadrillas de obreros y en la entrada, guardándolo todo, un ejército en formación apuntando constantemente los fusiles a la calle.
El edificio creció y creció, dicen, con la intención de llegar a la luna, donde otros seres se unirían a la vorágine cruel de los humanos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

El padre de estos dos hijos no sabía cuál de ellos estaba peor: con uno la comunicación era imposible pues siempre estaba en un mundo propio del que no salía nunca pues parecía no tener necesidades ni tener dependencias de nadie. La hija daba muchísimos problemas porque siempre le estaba engañando con los estudios, engañando con los amigos, enfadándose cuando se la descubría en cualquier engaño, adoptando un profundo enfado como si la culpable de todo no fuera ella, fuera su padre o su madre por haber visto que sus encierros en su habitación eran para jugar con los amigos con el móvil y no para estudiar como afirmaba ella. Los dos hijos tenían ante sí un sinfín de dificultades que encarar en la vida y su padre los veía con pocas habilidades para emprender con éxito la carrera de la vida. Ninguno de los dos se daba cuenta de que eran bastante torpes, que no leían nada, que estaban siempre jugando con aparatitos estúpidos o viendo la televisión. Su padre fue tajante con respecto al futuro de sus dos hijos: entrarían a trabajar en el súper y luego ya veríamos. Los dos hijos se ocuparon de desmentir tal premonición del padre. Montaron una tienda de móviles los dos, que era de lo que más entendían y se forraron. Siguieron siendo unos incultos que escribían "imbersión" en sus cartas comerciales pero fueron ricos y famosos en la ciudad.
Voy a hacer el comentario de la segunda novela leída en mi propósito lector. La novela se titula "Ciertas personas" y es de Fernando G. Delgado. Al coger el libro y tenerlo en mis manos, me parecía que la cosa iba de una crónica social o algo así o criticar a una serie de personas por sus costumbres. El caso es que la novela va de que en Las Palmas, hay un robo de una reliquias de una iglesia y de unas banderas de valor histórico y patriótico. Luego sale el personaje de Alfredo Tello, putero y tío asqueroso que se casa con Clara. A Tello le cogen el día de su boda y le encarcelan, acusándole del robo. El otro personaje principal en la obra es el doctor Federico Gil que es un ginecólogo loco y cruel que hace que saquen a Tello de la cárcel y metan a Clara. Luego se cuenta la locura del Dr. Gil: consiste en una ideación religiosa llena de objetos litúrgicos que su mujer esconde. Gil es marica y se folla a Tello. Al final, cuando Gil muere, se desentierran las banderas.
No me ha gustado ni por su estilo ni por la historia que cuenta. 
Hoy me acabo de recuperar de una gripe malísima que me ha tenido el día de ayer y de antes de ayer, tumbado en la cama oyendo la radio. Oí una entrevista a Barbacid, el insigne investigador del cáncer porque ayer fue el día internacional del cáncer. Algo bueno tendría que tener estar oyendo la radio.
Este hombre dice que hay 150 tipos de cáncer y que no hay un tumor parecido a otro, varían según los pacientes.
Últimamente, yo estoy bastante aprensivo con esto del fumar porque creo que me va a dar sino un cáncer, un ataque al corazón.
Hay gente que fuma con la soltura e inconsciencia del que no se preocupa por nada y luego dicen que tienen todo el derecho a que los curen. Pero yo pienso, ¿no tiene derecho el médico a reprocharte la vida de vicios como el fumar que has llevado? Yo creo que los médicos se imaginan los más tremendos desmanes en cuanto a maltratar la salud el propio paciente pues ya ha muerto mucha gente con la botella en la mano o el cigarro en la boca, dando el último trago o la última calada aun a costa de su propia muerte. A mí me encanta fumar, lo reconozco, pero sé que hago muy mal fumando.
Voy a hacer el comentario de los dos libros que llevo leídos de la época de 1970 a 1990 en español.
El primero se titula "Demasiadas preguntas" de Félix de Azúa. La historia tiene lugar en el tardo franquismo. Aparece un catedrático de filología, su hija, Dalila y aparece Ferrucho, que luego sabremos que es un negro o un gitano que se juntó a la familia del catedrático. Luego aparece un novelista. A Ferrucho le detiene la policía por un choque de su moto cuando le perseguían unos punkis. Ferrucho muere en la cárcel. Mientras eso ocurre, Dalila y su padre, junto con el novelista van pasando por comisarias y por juzgados. El catedrático y el novelista se entrevistan con el ministro de cultura para hacer un diccionario de la lengua española pero al final, el novelista se enfrenta al ministro. Dalila está embarazada de Ferrucho. El ambiente es triste, de pobreza. Lo más importante que pasa en la novela es que Ferrucho muere. Se hace alusión varias veces al cambio democrático que tiene lugar. Se analizan diversas figuras de la época (policías, comisarios, jueces, etc). Es una lástima que la mujer y la hija del catedrático apenas son tratadas. Ferrucho, como personaje, está diluido, no se sabe mucho de él. Es un ambiente marginal de comisarias que no gusta mucho. El lenguaje es bueno, es bueno el estilo. Tiene visibilidad la novela. Pero le falta aclarar muchas cosas entre los personajes, cosas que no están dichas. No sé por qué se titula "Demasiadas preguntas".
En el manual de literatura "Historia de la literatura española. Literatura actual" dirigida por Santos Sanz Villanueva, al que leo en el periódico cuando se trata de dar la opinión sobre alguna novela actual, leo que hay una generación del 1968 en España que escribió novelas experimentales en que los personajes, el argumento, la forma misma de la novela estaba muy transformada o simplemente se destruía. Se trataba casi de destruir la propia esencia de la novela. Otra cuestión es que estos novelistas no escriben novelas al modo de Galdós o de la talla de "Ana Karenina", sino novelas bastante modestas en su alcance literario. La mayoría de novelas que tienen este carácter experimental han sido olvidadas y casi odiadas por la estupidez que representan. Han sido olvidadas al igual que otras novelas llamadas sociales que se ceñían a un pobrísimo cuidado literario y a poner maniqueísmos de burgueses y proletarios en sus páginas. Cuando me he leído el manual citado, me he encontrado con autores y títulos olvidados en un número ingente, lo que da fe de la pobreza de las letras españolas en este siglo. Yo voy a leer novelas españolas publicadas entre los años 70 y 90 pero no espero descubrir muchas novelas buenas.
Me estoy leyendo una novela de Fernando González Delgado. Me entero por internet de que este hombre tiene más que ver con la radio que con la literatura y por las fotos que hay en internet, es bastante conocido. Me parece que ha llevado un telediario en televisión. Tiene algo contra la derecha española de Franco y eso le llevó a decir mal de dos periodistas españoles. En fin, la novela que estoy leyendo va de un robo de cosas sagradas de un iglesia. A mí no me gusta el tema y estoy deseando acabar la novela porque no me está resultando atractiva en demasía, no por el estilo ni por lo que cuenta. Es del año 1989; o sea, que entra dentro de las lecturas que voy a llevar a cabo. Recuperado de una gripe muy mala, estoy convencido de que en esta tarde me la leo para luego hacer la crítica correspondiente.