La cuidadora de mi madre se va el sábado a las 9 de la mañana y vuelve el domingo a las 9 de la noche. Hay que hacer turnos en los fines de semana. Los componentes humanos que van a hacer los turnos son: mi hermana, Paco, mi sobrino y yo. Pero es un fin de semana cada uno, no el fin de semana partido en turnos de sábado mañana, etcétera. Mi hermana creía que ya sabíamos eso, lo de los turnos, pero no ha dicho ni una palabra. La he llamado por teléfono y lo ha aclarado un poco diciendo que ya lo había dicho. Yo no recordaba que hubiera dicho nada de esto. El mirlo pía su voz de loco por el césped y los árboles de la urbanización. La mañana sube confusa por culpa de unos hurones que se quieren meter en la madriguera de los conejos. El robo se instala en las familias como algo normal. Hay delitos que han quedado impunes. La gente se cree con poder de entrar en casa de los demás y encima se quejan. Ha faltado energía para que los delincuentes paguen. Pero, como dice Marco Aurelio, hay que hacer de tripas corazón y las injurias no tenerlas en cuenta porque el odio es malo para el alma. Hay gente mala que camina y que va apestando la tierra.
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