Ha resurgido un volcán y echa lava por su pico. Es el calentamiento de la mala sangre que tiene. Pero si se le sofoca la ira incendiaria, creo que puede todavía entrar en una nueva fase de enfriamiento del pensamiento ardoroso. Cuando estamos hartos, soltamos órdenes imperiosas por la boca como el magma que sale de la tierra pero haciendo ver que esa hartura es desmedida e injusta, quizás podamos hacer que la fulgurante, la desmedida, la que manda, recapacite sus palabras dichas con el ardor de la mala ostia. La gente se mata con esos ardores que surgen del calor, del ruido, del arma homicida al alcance de la mano y el hacinamiento y el run run de todos los días lo mismo, lo mismo, lo mismo. Y parece que se recarga el cuerpo, que se agita la violencia interior al ver a los que te han producido malestar físico y mental y vomitas sentencias de muerte para aquellos que de nada tienen culpa, solo de ser como son y de estar como están. Pero una voz recorrerá ese calor ardiente de odio y dirá: detente, furioso agitador de la injusticia.
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