Cuando a uno le rondan follones en la cabeza, cuando está sucio de espíritu o una preocupación le ronda la mente, quizás la solución sea irse a dar un paseo largo por entre troncos añosos de árboles y arbustos que muestran una quietud que a lo mejor se pega a ese malestar que uno tiene y le ayuden a desquitarse del mismo.
Los peripatéticos eran los que arreglaban problemas matemáticos y morales andando por el claustro, rodeados por las estoas o columnas.
Debemos volvernos peripatéticos algunas veces, solos o en compañía para que al andar y al andar nos ayude a que las endorfinas que vamos produciendo en el cerebro nos ayuden a tomar otro vistazo a la preocupación que nos atenaza o a los follones que se enredan en nuestra cabeza sin poderlos dar portazo.
El andar va haciendo que el cuerpo mande un mensaje a la mente: dale vueltas a esa debilidad, a esa obsesión pero con la calma que se va imprimiendo con los pasos que vas dando. Vas viendo otras personas también, semejantes cuyo semblante te dé un pista y te muestren una guía sobre lo que te sucede a ti. Métete en ese bar después de haber andado lo suficiente. Bebe lentamente un líquido benefactor, piensa, piensa, piensa que no eres tú el único que tiene problemas, que al venir hasta aquí el problema que tenías es más llevadero, más melifluo.
Luego, llegas a casa, una duchita y en pijama, todo se ve más relajado, más hacedero, más al alcance de la mano.
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