Nos vamos refugiando en lo que queda. El otro día oí decir en una cadena de radio religiosa que vivimos el poscristianismo. O sea, que el ser cristiano ha pasado de moda. A la gente le incomoda que todo vaya pasando de moda porque se queda sin nada a lo que agarrarse. Si de joven vivió una familia más o menos extensa y ahora vive sola, la persona nota un cambio brusco que le angustia. Si antes había un fervor religioso y ahora no lo hay pues le pasa lo mismo. Y si ahora se oyen noticias de crímenes y de políticos abyectos, la persona en cuestión no sabe ya que hacer o a quién votar. A lo mejor se compra un perrito para tener algo de certidumbre en la vida. Un poco de fidelidad a la que agarrarse, aunque sea animal.
Y así esa persona se va haciendo vieja y le pasa como al protagonista de "El extranjero" de Camus, que no sabiendo qué hacer en este mundo, mata a un argelino que está en la playa y luego dice que no sabe qué es un crucifijo.
Y es que el mundo ha dado tantas vueltas que quizás solo espere la robotización o la llegada de un Mesías que aunque no anuncie el fin del mundo, anuncie otra desgracia parecida y la gente vea las orejas al lobo y vuelva a creer en los valores de la antigua Grecia o en los valores que expresó Jesucristo o Confucio que ahora se están muriendo por dejadez u olvido o porque las personas nos estamos convirtiendo en unas bestias.
No olvides lo que dijeron los que murieron por ti.
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