Estos días estoy como volado; es decir, que mi mente está dispersa, la disciplina de las horas ocupadas no me conducen la vida. Vagabundeo por la ciudad sin ningún sentido. Me concentro en los kioskos de la lotería dejando pasar el tiempo. Las calles parecen que vuelan porque no sujetan mi vida que antes tenía un orden. No sé cuánto durará este estado de mi conciencia pero si dura mucho perderé cualquier anclaje con la realidad de las horas.
No es preocupante pero si no me ajusto a mis escritos y mis lecturas perderé cuanto tengo de certidumbre en el tiempo que pasa.
Cada uno busca la manera de pasar el día pero si yo paso el día fumando, dando paseos vanos y charlando con el lotero me veo inmerso en un mundo que no tiene fin, que no tiene límites precisos a mi pensamiento ni a mi actuar en las veinticuatro horas que tiene el día.
Tengo una novela por acabar, tengo otra en mente y tengo un manuscrito para pasar a ordenador. Además, tengo otra historia frustrada que puede ser un relato corto pero no tengo ganas de hacer nada.
Las musas no me asisten, las horas pasan como al que pasea por el mar que se obnubila con las olas. La tristeza, en forma de desesperanza, acude a mi alma y la hace vulnerable y fea.
Espero que haya algo que me haga activar mi mente de algún modo porque si no, me voy a desesperar del todo.
El abandono propio de las personas distraídas no consigue más que desorden y desesperación en la vida.
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