Ayer estuve a un curso de escritura. Un profesor joven muy risueño con el que hablé de novelas y tres sesentonas más calladas que otra cosa. No sé si apuntarme o dejarlo. Por lo de las sesentonas. El sitio está donde trabaja mi novia, en la ribera del Manzanares, cerca de la estación de Príncipe Pío. Lo primero que reseñar es que lo de Príncipe Pío está degradado: corrillos de mendigos, te piden para un café nada más llegar a la puerta de salida. En el barrio donde está la casa de cultura, las tiendas y los bares vacíos. Ningún movimiento de nada, nada de comercio, el alma de estos tiempos.
La clase iba de una película que se llamaba "Fuego fatuo", de un cineasta francés. Es la historia de un escritor que se rehabilita de una depresión y que al verse recuperado e inmerso de nuevo en su ambiente decide suicidarse porque no ve color a la cosa: ideal para animarse. Luego, una historia de una película llamada "Calle Mayor", de los tiempos de posguerra en que un galán aborda a una mujer penitente en una procesión. Había que escribir cómo la abordaba en la procesión. Mereció la pena hablar de libros con alguien por fin pero las aficionadas a la literatura entradas en años desengañan de la tarea de pasar un rato tratando temas literarios. Luego, vuelta a Príncipe Pío: otro estado deprimente que me llevé porque allí no hay más que tiendas y tiendas y tiendas y todas estaban semivacías. Encima hacía frío, o sea que la sensación era de pena. Me causó cierto desasosiego pensar que la crisis casi se ha quedado para no irse nunca. Menuda ruina.
Así lo que ves, así lo que sientes.
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