Los alabastros finos guardan mil aromas
que en cuerpo de mujer el deseo eriza
pero el dinero de esos perfumes
huele a poder corrompido.
Hay coches de marcas carísimas
a la puerta de palacetes escondidos.
Hay un perfume a ciudadano
por toda la ciudad.
Huele a sudor, a trabajo, a madrugada,
a chaqueta gastada, a sopas de ajo
y a esperma fecundo.
Los pechos de la mujer dan leche agria
porque el robo, la desvergüenza y el mal
acuden a los plenos del ayuntamiento
que huele a cemento y ladrillo.
Hay un perfume a ciudadano
que se va agriando
porque le echan de su casa,
envilecen a su médico, pudren la enseñanza
de sus hijos.
Hay y siempre habrá un perfume a ciudadano
que olerán esos perros sarnosos
llamados políticos y banqueros
para que recuerden esto:
el olor a ciudadano no desaparece
y cuando aparece en esencia
mata banqueros y políticos
para que haya otro olor a ciudadano
más respirable.
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