Resulta que yo he estado yendo a ver a un amigo filólogo como yo durante 6 o 7 años a la calle Príncipe de Vergara a comer. El sale de su trabajo y recorre 50 metros al restaurante más cercano. Así una vez al mes. Comemos y luego se vuelve a meter en su oficina y a mí me quedan ocho estaciones de metro y un autobús para llegar a casa. No solo eso: siempre hablo yo y él pregunta. Se lo he dicho, le he dicho que parece que voy a la peluquería a que él me escuche y haga preguntas. Por wasap le he propuesto que quedemos en Sol y nos demos un paseo y comamos. Veremos si no se ha roto ya la baraja o responde de manera cabal.
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