miércoles, 18 de septiembre de 2019

Como la mañana va a ser larga, voy a escribir un poco sobre el libro "Los besos en el pan" de Almudena Grandes. Se supone que el libro cuenta las azarosas vidas de personas en un barrio durante la crisis. Yo no niego la crisis, pero esta crisis no fue, ni de lejos, la del crack del 29, que tuvo desastrosas consecuencias para todo el mundo. Que haya ahora muchas desigualdades en España, eso de decir constantemente que los ricos son más ricos y los pobres, más pobres, creo que siempre ha pasado. Más tontos son esos que son fans de un jugador de fútbol con jet privado. Eso sí que es absurdo. En este libro, salen muchas manifestaciones, ocupas y centros de salud que se cierran. Estas manifestaciones continuas y con altercados se sucedieron después de que ZP dejase el gobierno como lo dejó, asunto en el que no se mete Grandes, sino que no salen más que gente en el libro que es muy obrera, muy comprometida, muy reivindicativa y todas esas zarandajas. Pero con ZP, no dijeron ni mu y le siguieron votando esas gentes tan concienciadas (concienciadas de las mismas tonterías de siempre). A mí no me gustan las manifestaciones y por supuesto, no me gustan los ocupas, aunque claro que disculpo a una madre con su hijo al que se la ha desahuciado. Lo que no disculpo es la jeta redomada y vivir del cuento. La marea blanca a mí me gustó mucho porque puso en valor a unos profesionales que defendieron la sanidad pública. Lo que me parece muy infantil es no darse cuenta de que un dirigente lo está haciendo mal, volverle a votar, y cuando viene otro dirigente, montarle todas las manifestaciones del mundo. Será que los rojos no pecan ni yerran nunca y los de derechas, siempre. Qué castigo. Por otra parte, a mí no me extraña que Grandes no mencione los 5 millones de parados que se le iban amontonando al gobierno socialista y sí sitúe la acción de esta novela en tiempos de Rajoy porque leo sus artículos en EL País y cree que el PP es literalmente, el demonio. Yo, sin tanto fanatismo ni papanatismo, habría situado la novela en su justo medio; o sea, habría retratado un gobierno inútil y otro que tuvo que arreglar el desaguisado. Lo malo de Rajoy es que daba muchas cifras y poco pan y eso le mató. Pero le mató uno que se asoció con lo peorcito de la caterva política que hay. La Grandes no sigue el plan galdosiano en el que la política sigue los pasos de la ficción porque se olvida de esa política nefasta en lo económico (derroche y corrupción) que nos trajo la miseria servida para que la degustemos por mucho tiempo. Eso sí: la culpa la tendrá siempre la derecha que quiere cerrar centros de salud y colegios. Y ese obrerismo, ay, ese obrerismo de toda la vida, cómo mola.

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