Ya hace muchos días que vine del pueblo. Volveré a ir el sábado, creo.
Aquí por Majadahonda, todo muy normal. Se nota que se ha ido mucha gente.
Me he leído el libro "Democracia", de Pablo Gutiérrez, que va de gente antisistema, tan de moda hoy en día.
Me he leído el libro que lleva por título "Picadura mortal" de Lourdes Ortiz, que va de la desaparición de un potentado en Canarias.
Me estoy leyendo "Los besos en el pan", de Almudena Grandes, que va de un barrio que afronta la crisis.
He solventado una depresión que sufrí al llegar del pueblo.
He sufrido a un imbécil que toma café con nosotros a las 7. Resulta que ese imbécil se suicida una vez al mes. Y luego pide dinero para poder soportar esas ideas de suicidio. Ya se ha tomado un vaso de mistol, se ha intentado tirar por la terraza de su casa y también se ha acercado peligrosamente a la estación de trenes. Pero aún no se ha suicidado, solo lo ha intentado. Dos veces delante de su madre, para dar pena. Luego de contar su episodio, se pone a hablar de que necesita dinero para pasar un día en Cercedilla para quitarse presión de encima. Y un incauto que se apiada de este cenizo le presta dinero que se gasta al día siguiente como si le quemara en las manos.
Bueno. Esto es lo que hay. Yo no sé lo que hago para rodearme de gente estrafalaria.
Pero me da igual: yo lo que hago es oír, ver y callar y no hacer ni caso. No presto ni doy un duro a nadie ya porque yo no me considero culpable de lo que le pase a los demás. Todos cobran su paguita y yo no tengo la culpa de que se la gasten.
La gente rara que conozco me da igual. Con no hacer ni caso, suficiente.
Al final, todo es cuestión de dinero. Quieren dinero. Todo es un ejercicio de dar pena para pedir dinero. No es que sean raros, es que son unos jetas.
Que los den por culo.
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